MIÉRCOLES SANTO
Aquí tenéis, como siempre en archivo de voz y en texto, la meditación de nuestro Párroco para el Miércoles Santo.
Del Evangelio de san Mateo: “En aquel tiempo uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: « ¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?». Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: « ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?». Él contestó: «Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”». Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar». Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: « ¿Soy yo acaso, Señor?». Él respondió: «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!». Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: « ¿Soy yo acaso, Maestro?». Él respondió: «Tú lo has dicho».”
En este Miércoles Santo el Evangelio nos vuelve a presentar la traición de Judas, esta vez en san Mateo, con algunos matices. Jesús conoce el corazón del hombre, conoce el corazón de Judas y le preocupa su traición, pero también que no ha sido capaz de entender el mensaje de Dios. Judas esperaba un líder humano, como tantos en Israel, pero en vez de ello, la mansedumbre de Jesús y su falta de implicación política, le hacen sospechar que es, más un peligro para los judíos que un salvador y como las autoridades religiosas están tramando algo contra El, aprovecha la ocasión. El hecho de su pasión por el dinero tampoco hay que descartarla porque la avaricia siempre es mala consejera. Satanás también ha tenido su parte para convencerle y, como en tantas ocasiones, le ha quitado la vergüenza para la traición y se la ha devuelto después para su desesperación, como se hará patente tras su arrepentimiento y ahorcamiento. Satanás busca en el momento final nuestra desesperación, algo tan simple como sembrar la duda de que con tu pecado Dios no te va a perdonar. Esto mismo le atormentó tantos años a Lutero e hizo que malinterpretase un texto de san Pablo, con el fin de encontrar sosiego para su alma. Qué bien lo sabe el Demonio y cómo intenta sembrar la duda sobre la Bondad y la Misericordia de Dios. Pero ya vimos ayer que esa insinuación es diabólica. Jesús siempre busca al pecador, incluso en una situación dónde uno se preocuparía antes de Sí, de su dolor y su situación, antes que del pecador, como fue en la Cruz con el buen ladrón. Jesús no desaprovecha ocasión y no sabe cómo decírnoslo. Nos previene de la avaricia y de poner nuestra felicidad en ella, así como de la desesperanza invitándonos a confiar en un Dios que se muestra Padre hasta el final y que su Misericordia es eterna e inconmensurable.
Mi hora está cerca dirá Jesús a la sugerencia de que preparen la Pascua. Esa Hora que anticipaba en las Bodas de Caná y que declaraba que para eso había venido. La Hora de la Cruz y de la Redención del Mundo, La Hora de retornar la Creación al Padre. Quizás no nos diga mucho, pero es que la transcendencia del acontecimiento nos supera. Es de una envergadura cósmica y nuestra mente no es capaz de abarcar tanto misterio. No lo entendemos, pero sí hemos recibido ese conocimiento para nuestro bien.
Cuando refiere que uno le va a traicionar, vemos que no señala a nadie, para ayudarle a rectificar en el anonimato. Vemos así, que Dios nunca acusa, pero Satanás sí. Aquí vemos una gran diferencia, Dios que busca la conversión y el arrepentimiento y sanar al hombre y Satanás que busca la infelicidad del hombre y la destrucción del ser humano en su dignidad. Sin embargo, sabemos bien que esto está programado por Dios. Es el gran misterio de la libertad del hombre y el hecho de que todo acontezca en los planes de Dios. Lo uno no quita importancia a lo segundo. Porque en los planes de Dios también interviene nuestra libertad. Todo coopera a los planes de Dios, que siempre se sale con la suya. Esto es lo que el catecismo llama Providencia de Dios. Pero no resta nada de la libertad humana, de ahí la afirmación tan severa de la responsabilidad de quien le entrega. Nos tiene que servir para darnos cuenta de la responsabilidad de nuestros actos, aunque Dios se valga de ellos para sus planes, a veces, pueden hacer un daño inmenso y provocar enormes injusticias. No puedo dejar de citar unas palabras de san Jose María Escrivá que tanto bien me ha hecho y resuenan con frecuencia en mis oídos: De que tú y yo nos portemos como Dios quiere —no lo olvides— dependen muchas cosas grandes. Que cumplamos con orden y dedicación nuestro trabajo, que nos esmeremos en detalles de servicio, que estemos pendientes de los demás, que no busquemos ponernos medallas, que no quiera quedar por encima de los demás o tener la última palabra, que no me canse de mi rutina, etc, depende grandes cosas. Esto lo entendió santa Teresa de Lisieux que sin salir del Convento de Carmelitas, ofreció todo por las misiones y es su Patrona.
Dios se sirve del mal para obtener siempre buenas cosas. Pero el mal es mal y quien lo realiza es malo y se daña en su dignidad moral. El Señor nos dirá que ante el mal reaccionemos con el Bien. Ahogar el mal con bien. No cabe la venganza ni el rencor ni el odio, porque esto destruye a quien lo alberga en su corazón y caería en lo mismo que busca combatir. De ahí que el Maestro nos diga: Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis vuestro descanso.
Podríamos pensar en cierto cinismo por parte de Judas, ¿acaso soy yo?, pregunta. Pero no debe estar seguro del conocimiento de Jesús. Pero miremos las consecuencias del pecado. Traicionar al amigo. Duro es esto y me recuerda las palabras del salmo 41: “Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba, que compartía mi pan, es el primero en traicionarme.”. Que duro está su corazón, que ante la certeza de que el Maestro lo conoce, no se arrepiente. Pidámosle al Señor que nos de ese corazón de carne, esas entrañas de misericordia, que tanto deseamos alcanzar y que tanto nos cuesta conseguir. Es un Don que alcanzaremos pidiéndoselo con humildad y perseverancia. Dios te bendiga.
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