Conservadores, ¿de qué?
No, no escribo de política, sino de la ya aburrida palabra conservadora aplicada a la Iglesia o a algunas de sus instituciones. No tendría inconveniente en aceptarla si se refiere a lo que hace siglos afirmaba san Vicente de Lerins: “El depósito es lo que te ha sido confiado, no encontrado por ti; tú lo has recibido, no lo has escogido con tus propias fuerzas. No es el fruto de tu ingenio personal, sino de la doctrina; no está reservado para uso privado, sino que pertenece a una tradición pública. No salió de ti, sino que a ti vino: a su respecto tú no puedes comportarte como si fueras su autor, sino como su simple custodio. No eres tú quien lo ha iniciado, sino que eres su discípulo; no te corresponde dirigirlo, sino que tu deber es seguirlo”. Por el tenor de las palabras, se ve que, ya entonces, algunos no pensaban así. El asunto es viejo. Es obvio que el autor del Conmonitorio se está refiriendo al depósito de la fe, cuya custodia encarece san Pablo a Timoteo.
Ahí toda la Iglesia debe ser conservadora, porque posee una riqueza que custodiar para darla a manos llenas. Pero si el vocablo se emplea como una referencia al inmovilismo, como cosa opuesta al progreso, incluso como peyorativo e insultante, niego que se pueda aplicar a la Iglesia o a sus organizaciones. Casi siempre, esa acusación obedece al rechazo de la moral sexual natural que predica la Iglesia, y a su defensa de la vida en cualquiera de sus momentos. Todo esto cansa un poco, aunque es necesario el diálogo, pero no puede ser de sordos, porque se sigue cometiendo el error de llamar avanzadas a actitudes, cuando menos, poco humanas, aunque tengan su apariencia. Y, en ocasiones, con insultos. Véanse, por ejemplo, los dicterios contra los obispos por su nota ante las próximas elecciones; además de insistir en que invitan a votar un determinado partido. Releo la nota y no encuentro tal cosa, salvo la afirmación de que no todos los programas son igualmente compatibles con la fe. Y, al parecer, algunos han jugado a adivinos en compatibilidades, para evitar trabajo a las conciencias.
Otro ejemplo diverso de una entrevista sobre medicina reproductiva: se llama “legión de estreñidos mentales” a quienes piensan que un niño no se fabrica en una probeta, ni es un derecho de nadie, sino fruto del amor presente en el acto conyugal. ¿Por qué es más progresivo lo de la probeta en un tiempo en el que lo natural es un valor? En otro terreno similar: ¿por qué es más avanzado investigar con embriones —seres humanos vivos— prometiendo curaciones hasta ahora sin efectividad? Y aunque fueran efectivas, ¿es conservador y carca negarse a matar esas vidas? ¿No será por el mucho dinero invertido en tales negocios presentados con aires de beneficencia? ¿Es un adelanto de la ciencia médica interrumpir voluntariamente el embarazo? ¿Por qué es demagógico y anticuado afirmar que es matar?
La Iglesia tiene la valentía de transmitir la verdad sobre el hombre en tiempos que olvidan la ley natural, suplantada por el querer de unos cuantos, a los que siguen muchos por miedo, falta de información o por ser puestos en una especie de estado de necesidad. Se hacen alardes del pensamiento dominante —agnosticismo, ateísmo, laicismo, relativismo, anticatolicismo— que resultan muy baratos porque pocos dan su dinero para tareas benéficas, sociales, educativas, espirituales, etc. Pues en el Opus Dei —citado entre esos neoconservadores— lo hacemos. No hay sacerdotisas porque Cristo —al que acompañaron mujeres en otros trabajos— sólo ordenó a hombres. Pero en el Opus Dei la mitad de los cargos de gobierno —que siempre es colegial— los ocupan mujeres.
Ahora se promueve que la mujer acceda a todas las tareas en igualdad con el varón. Pues san Josemaría Escrivá lo predicaba en 1930.
Con un poco de rubor, cito estos ejemplos porque es evidente que conozco bien la Obra y la libertad de sus miembros para pechar con sus decisiones. Me parece una forma de clericalismo, y de falta de respeto a la libertad religiosa, citar la fe de alguien o su adscripción a una institución católica para deslizar hacia la Iglesia sus actividades o posibles errores. Algún ejemplo más: la sexualidad no vivida conforme a la dignidad del hombre —en el matrimonio— podrá ser debilidad, libertaria, liberticida, disfrute pasajero hasta el hastío; pero, ¿es un progreso la “ciudad sin ley”? Otro: es consonante con el pensamiento débil actual esta afirmación: “Yo no creo en Dios, pero sí en Al Pacino”. Es muy libre de hacerlo así, pero es más audaz la arriesgada seguridad del hombre para creer en Dios y seguirlo. Acabo: la idea de persona que difunde la Iglesia, su dignidad, su libertad, su capacidad de compromiso con el más necesitado, su espíritu de servicio y su moral, ¿hacen avanzar la sociedad menos que sus contrarios?
ConoZe.com