Por qué la Iglesia es prudente y firme ante un matrimonio interreligioso
El caso específico católico-musulmán
ROMA, martes, 6 febrero 2007 (ZENIT.org).- No prevenciones, sino dificultades objetivas hacen que la Iglesia recomiende prudencia a los candidatos al matrimonio interreligioso, en concreto en el caso católico-musulmán.
Datos recientes de la oficina estatal de estadística de Italia (ISTAT) han vuelto a suscitar específicamente esta cuestión, pues revelan un crecimiento muy elevado –300% en diez años- de los matrimonios mixtos (entre un ciudadano italiano y un extranjero).
Ya en 2005 la Conferencia Episcopal Italiana difundió indicaciones al respecto en su nota «Los matrimonios entre católicos y musulmanes en Italia».
El presidente de la Comisión episcopal italiana para la familia, el obispo (de Aosta) Giuseppe Anfossi, aborda nuevamente la cuestión en la edición del 28 de enero de la revista «Famiglia Cristiana»: «Son objetivamente muy distantes dos personas, un hombre y una mujer, cuando proyectan una vida de pareja y de familia perteneciendo a dos mundos culturales y religiosos tan diferentes», recuerda.
«Y se sabe que cuanto más distantes son dos candidatos al matrimonio, tanto más se les pide en diálogo, comprensión y amor. Cuando la Iglesia sugiere prudencia frente a un matrimonio en el caso de que uno de los contrayentes sea islámico no está guiada por prevenciones; simplemente interpreta las dificultades objetivas» ligadas «al modo de entender el matrimonio, que es muy distinto entre las dos partes», advierte el prelado.
A la citada nota del episcopado italiano aludió también el pasado 22 de enero, en «Radio Vaticana», el subsecretario del organismo eclesial, monseñor Domenico Movagero, recordando la necesidad de no olvidar «que esa actitud de firmeza y de prudencia» apuntada en 2005, «que sustancialmente desaconseja las uniones entre católicos y musulmanes, es compartida muchísimo también por las autoridades religiosas musulmanas».
La razón está en que «las dos religiones tienen una tendencia a ser exclusivas»; son «religiones salvíficas y a su modo se presentan como religiones que de alguna manera dan normas para el presente y para el futuro», explica.
Entre las situaciones a las que alude monseñor Anfossi en «Famiglia Cristiana» se encuentra la de la formación en la fe: para el hombre de fe musulmana los hijos varones deben ser educados en la religión de los padres.
«Pero la Iglesia pide a la madre católica que se casa según el rito de nuestra religión que haga cuanto le sea posible para proponer la fe católica a los hijos» -prosigue- y «naturalmente al padre musulmán se le pide que consienta en la voluntad de la esposa».
«El cónyuge católico se compromete, en caso de que pida y reciba la dispensa para contraer matrimonio –sin la dispensa el matrimonio sería nulo- a salvaguardar no sólo la propia fe, sino también a empeñarse en educar católicamente y en bautizar en la Iglesia católica a los hijos que nazcan», recalca monseñor Mogavero en la emisora pontificia.
«Esta exigencia es igual también para el otro cónyuge, por lo que inevitablemente, con toda la buena voluntad, con toda la inteligencia y con toda la capacidad de diálogo en este punto, no es difícil que interfieran fricciones y problemas», alerta.
Otro punto que aborda monseñor Anfossi en su comentario en «Famiglia Cristiana» es que «el matrimonio para el islam no está hecho para durar para siempre»; por ello «se invita al marido musulmán a afrontar este problema; si la experiencia que ha tenido en su familia de origen ha sido positiva, si profundiza en la propuesta y acoge su valor, si conoce el mundo religioso de la esposa y sobre todo si la ama, puede verdaderamente adherirse a la petición, sabiendo que incluye también el no a la poligamia».
Estadísticamente es más raro, pero el caso inverso –el de una mujer musulmana que se case con un hombre italiano y católico- plantea problemas aún más profundos, «porque el derecho islámico, que se conserva en los códigos de derecho de familia de los distintos países musulmanes, no consiente y por ello no reconoce este matrimonio, sino que exige la conversión al islam del futuro esposo», observa el prelado italiano.
También pesa mucho la nación de origen: «no son de hecho asimilables por cultura un musulmán árabe, uno indio y uno albanés», reflexiona.
«Naturalmente en estos casos intervienen otros factores culturales e históricos, predisposición al diálogo y calidad de alma y de corazón que nadie puede medir -aclara-: en esta materia, por lo tanto, en la que el factor humano, incluida la rectitud de conciencia, es decisivo, si están unidos a una sincera espiritualidad y auténtica fe, pueden hacer el milagro, y lograr de verdad que nazca algo nuevo, válido no sólo en términos de laboratorio cultural, que acerca mundos diferentes, sino también de diálogo auténtico entre las religiones».
Por todo ello, a pesar de las dificultades, la Iglesia en Italia «ha decidido considerar las potencialidades de cada pareja concreta, para discernir su capacidad de llevar a puerto el proyecto emprendido» y «es deseable que la parroquia sea o se convierta en un lugar acogedor también para estas parejas», concluye.