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Pío XII, visto por el cardenal Bertone

campos-de-concentracion.gifEl periodista italiano Andrea Tornielli ha escrito una biografía de Pío XII, titulada Pio XII. Un uomo sul trono di Pietro.

Durante la presentación del libro, el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado vaticano, pronunció un discurso (cfr. Zenit, 5-06-2007) en el que se refirió a las polémicas que rodean a la figura de este Papa.

Uno de los efectos secundarios de esta polémica ha sido haber eclipsado otros aspectos del extraordinario magisterio de este Papa. En este sentido, Bertone elogia el esfuerzo de Tornielli por rescatar algunos escritos del Pontífice. “Nos recuerda, por ejemplo, su encíclica sobre la liturgia, sobre la reforma de los ritos de la Semana Santa, el gran trabajo preparatorio que desembocará en la reforma litúrgica conciliar”. También abre el camino a la aplicación del método histórico-crítico a la Sagrada Escritura e imprime un notable impulso a la actividad misionera. No hay que olvidar tampoco que es el Papa que ha beatificado y canonizado el más alto porcentaje de mujeres.

Por lo que se refiere a las cuestiones más debatidas del pontificado de Pío XII, Bertone afirma que le han impresionado “muchos detalles del libro de Tornielli de los que emerge tanto la lucidez y sabiduría del futuro pontífice, en los años en los que fue nuncio apostólico en Munich y en Berlín, como muchos rasgos de su humanidad”.

“Gracias a la correspondencia inédita que mantuvo [Pío XII] con el hermano Francesco, podemos conocer algunos juicios firmes sobre el naciente movimiento nacionalsocialista, así como el grave drama interior vivido por el pontífice durante el tiempo de la guerra con motivo de la actitud que había que adoptar ante la persecución nazi. Pío XII habló de ello en varias ocasiones en sus radiomensajes y por tanto están completamente fuera de lugar las acusaciones sobre sus ‘silencios’”.

¿Denunciar o actuar?

El libro de Tornielli recuerda que las autoridades fascistas consideraban a Pío XII un enemigo: “Cuántas veces ‘faltaba electricidad’ a Radio Vaticano para que hiciera escuchar la palabra del pontífice; cuántas veces ‘faltaba papel’ para reproducir sus pensamientos y enseñanzas incómodos; cuántas veces algún accidente provocaba la ‘pérdida’ de los ejemplares de ‘L’Osservatore Romano’…”

La biografía de Tornielli ofrece el contexto para entender las razones de algunas decisiones difíciles. Como explica Bertone, “era clara la directiva dada a través de la radio, de la prensa, de la diplomacia, por el Papa Pío XII en 1942. Dijo a todos en aquel trágico año: ‘No lamentos, sino acción es el precepto del ahora’. La sabiduría de esa afirmación queda testimoniada por una enorme cantidad de documentos: notas diplomáticas, consistorios urgentes, indicaciones específicas (por ejemplo, al cardenal Bertram, al cardenal Innitzer, al cardenal Schuster…) en las que pedía hacer lo posible para salvar a las personas, manteniendo la neutralidad de la Sede Apostólica”.

Pío XII protestó contra la persecución de los judíos, pero como explicó el 2 de junio de 1943, “toda palabra que hemos dirigido con este objetivo a las autoridades competentes y toda mención pública debían ser ponderadas y medidas por el interés de los mismos que sufrían, para no hacer, sin quererlo, más grave e insoportable su situación”.

“Esta situación de neutralidad permitía al Papa salvar no sólo a europeos, sino también a prisioneros que no pertenecían al Eje. Pensemos en la tristísima situación de Polonia o en las intervenciones humanitarias en el Sudeste asiático. Pío XII nunca suscribió circulares o proclamas. Dijo con la voz lo que había que hacer. Y obispos, sacerdotes, religiosos y laicos comprendieron muy bien la mente del Papa y lo que había que hacer urgentemente”.

La “leyenda negra sobre Pío XII”, dice el cardenal Bertone, surgió en el contexto de las controversias sobre la creación del Estado de Israel. Era comprensible el deseo del pueblo judío de tener una tierra propia, un refugio seguro, pero eran también comprensibles los derechos de quienes ya vivían en Palestina y que a su vez merecían justicia y protección.

“Los periódicos de la época refieren ampliamente el nivel de tensión que en esa región se estaba manifestando pero, dado que no quisieron valorar los razonamientos y propuestas de Pío XII, comenzaron a tomar posición, unos de una parte y otros de otra, ideologizando así una reflexión que se desarrollaba de manera articulada y que prestaba atención a los criterios de justicia, equidad, respeto y legalidad. (…) Desde entonces, comenzó a tomar cuerpo una incomprensible acusación contra el Papa por no haber intervenido como debía a favor de los judíos perseguidos”.

El cardenal Bertone recuerda que ya Pablo VI mandó publicar once volúmenes de “Actas y documentos de la Santa Sede” sobre la segunda guerra mundial. Esta documentación podría ser completada con otro sector del archivo, aún por ordenar, que comprende los documentos sobre miles de casos personales que la Santa Sede atendió.

La biografía de Tornielli –concluye Bertone– contribuye a comprender mejor “la enorme obra de caridad que el Papa promovió, abriendo las puertas de los seminarios y de los institutos religiosos, acogiendo a refugiados y perseguidos, ayudando a todos”.

Lo que los archivos no decidirán

En un comentario a la intervención del cardenal Bertone, John Allen escribe en la web del National Catholic Reporter que, aun cuando se abran completamente los archivos vaticanos correspondientes al pontificado de Pío XII, poco o nada cambiará en la polémica. Y da tres razones.

“En primer lugar, el centro de la acusación es que Pío XII no hizo una denuncia clara y pública del nacionalsocialismo, o una llamada inequívoca a los cristianos para que protegieran a los judíos. La naturaleza del caso, por lo tanto, se refiere a las intervenciones públicas del Papa, que son ya bien conocidas. Por definición, nada que contengan los archivos sobre sus personales puntos de vista o de sus acciones entre bastidores podrá influir en el quid de la cuestión. Los críticos están generalmente dispuestos a reconocer todo lo que el Papa hizo en privado para ayudar a las personas, pero siguen manteniendo que esto no le redime de su falta por no haber hablado con más claridad en público”.

En segundo lugar, otra de las bases de la acusación contra Pío XII se refiere a especulaciones de qué habría pasado si hubiera actuado de otra forma. “Los críticos dicen que la maquinaria nazi podría haberse detenido, mientras que los defensores afirman que se hubiera desencadenado una mayor persecución contra judíos y católicos. Nadie puede estar seguro, y nada contenido en los archivos puede resolver esta cuestión hipotética”.

En tercer lugar, “incluso después de la apertura de los archivos, si no se encontrara nada negativo para Pío XII, siempre habría sectores que sospecharían que se habría purgado cualquier cosa que pudiera enturbiar la memoria del Papa”.

En definitiva, concluye Allen, “sería ingenuo pensar que la apertura de los archivos bastaría para resolver los debates sobre Pío XII”.

Aceprensa, 2007