Benedicto XVI modifica las normas del Cónclave
El Papa Benedicto XVI anunció ayer un pequeño cambio en las normas para elegir a su sucesor, es decir, una modificación en la constitución que regula el procedimiento de votación en el Cónclave de cardenales en el que se decide el nombre del nuevo Obispo de Roma.
Retocando una reforma emprendida por Juan Pablo II en 1996, desde ahora ya no será posible elegir un nuevo Pontífice por mayoría simple de votos, sino que se volverá a utilizar la vieja fórmula que exige el consenso de al menos dos tercios de los purpurados. Según explicó el portavoz de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi, lo que pretende el Papa con esta reforma es «garantizar el más amplio acuerdo posible para el nombramiento de un Pontífice».
Cónclaves interminables
En 1996, Juan Pablo II cambió las normas de los cónclaves con la Constitución «Universi Dominici Gregis», con la que entre otras cosas se buscaba evitar que las reuniones en la Capilla Sixtina se alargasen durante meses, como ocurrió en diferentes ocasiones a lo largo de los dos siglos de historia de la Iglesia católica; algo que, sin embargo, nunca ha sucedido en el siglo XX, ya que el Cónclave más largo «tan sólo» duró cinco días. Por si acaso, y como medida preventiva, Juan Pablo II sustituyó la norma de los dos tercios por una mayoría simple (la mitad de los votos más uno) a partir del décimotercer día de votación. Es decir: si los cardenales no se ponían de acuerdo después de 33 o 34 votaciones (se vota tres veces al día), se adoptaba dicha mayoría simple.
La «marcha atrás» de Benedicto XVI ha sido promulgada a través de un «motu proprio», una decisión emanada directamente por voluntad del Papa, sin que nadie hubiese elevado una petición previa. La noticia ha cogido por sorpresa a casi todos en ambientes vaticanos y es una demostración más de que las filtraciones y los rumores han sido prácticamente desterrados del Palacio Pontificio desde la llegada del Papa alemán. Más allá de la sorpresa inicial, la reforma ha sido acogida con agrado en la Curia Romana, ya que otorgará una mayor autoridad a la entronización del próximo Papa y no parece que pueda provocar grandes retrasos en los Cónclaves.
En este sentido, los vaticanistas anotan cómo Benedicto XVI ha mantenido la otra reforma pensada por Juan Pablo II para agilizar las reuniones en la Capilla Sixtina y no permitir que la «fumata negra» amenace con eternizarse. Se trata de la instauración de una suerte de «segunda vuelta» a partir del décimotercer día, una vez constatado que los purpurados no se ponen de acuerdo espontáneamente. Es decir: cuando se alargan las votaciones, se procede a elegir entre los dos candidatos más votados en los últimos recuentos, lo que por sí mismo debería bastar para no dilatar los tiempos por encima de lo razonable.
La mayoría simple desaparece sin haber sido aplicada nunca, ya que el único Papa elegido bajo dichas normas (Benedicto XVI) no necesitó ampararse en ellas y fue elegido con un amplio margen de votos en el segundo día de Cónclave. Se trata, en definitiva, de una reforma que quizá no tenga efectos prácticos.
27 de junio de 2007 – Ángel Villarino – Ciudad del Vaticano