Violencia
Hay bastantes estudios que muestran la correlación existente entre una prolongada visión de contenidos violentos —especialmente en programas de televisión— y los efectos que producen sobre el comportamiento del espectador. La influencia depende, como es lógico, de diversos factores —la edad, la madurez personal, el carácter, el contexto familiar, etc.—, pero no afecta sólo a los menores de edad.
Los expertos hablan de múltiples influencias dañinas en la personalidad, pero podemos destacar sobre todo dos efectos perniciosos que están interrelacionados:
a) la imitación: lleva a considerar el recurso a la violencia como un medio más, que, según las circunstancias, puede ser el más eficaz para eliminar los posibles obstáculos que interfieren en el objetivo que uno se ha propuesto. Basta leer los periódicos para descubrir con frecuencia delitos inspirados o calcados en el cine o en la televisión: por si no bastasen las apariencias, con frecuencia lo declaran así los propios autores. ¿Qué es antes, el huevo o la gallina? ¿Qué es antes, la violencia en la calle o su reflejo en el cine y en la televisión? Los sociólogos hablan cada vez más de un auténtico círculo vicioso que va de la violencia real a su representación y, de ésta, a una nueva violencia real;
y b) la pérdida de sensibilidad: poco a poco el espectador de la violencia habitual se va haciendo menos sensible al sufrimiento de los demás, tanto de las personas cercanas, como de otras alejadas: p.e. ante el dolor de tantas víctimas de la violencia que se refleja cada día en los medios de comunicación. O el éxito especial de los videojuegos más violentos: en este sentido es interesante un comentario publicado en educaciónenvalores.org: “Las revistas especializadas establecen una relación proporcional entre la violencia de un juego y su calidad. Porque la violencia vende. La violencia se ha convertido en uno de los elementos importantes de cualquier videojuego que quiere triunfar y ser número uno en ventas. El problema es que trivializan la violencia real y que los niños y niñas acaban volviéndose inmunes a su horror. El mayor peligro no es la generación o no de comportamientos violentos, sino la insensibilización ante la violencia. Se presenta una violencia sin consecuencias para la persona que la perpetra o para la víctima, enviando el mensaje de que la violencia es un modo aceptable de alcanzar objetivos, divertido y sin daño.”
Al término de un estudio de seis años de duración, realizado por diversos equipos en cinco países lejanos entre sí, Huesman y Eron concluyen que “agresividad y ver escenas de violencia tienen un cierto grado de interdependencia”, y que “los niños más agresivos ven más violencia en televisión”.
De todo esto habla un artículo de José Javier Esparza titulado “Violencia”, precisamente con ocasión del fallecimiento de Eron: fue publicado en La Voz Digital (1-VI-2007), y en otros muchos medios de comunicación, y lo reproducimos a continuación.
“Usted no tiene por qué saber quién es Leonard D. Eron, norteamericano, que acaba de fallecer a los 87 años de edad. Yo ni siquiera sabía que se había muerto. Nadie nos lo ha contado en la tele. Me he enterado de su fallecimiento por un artículo en elmanifiesto.com. Leonard D. Eron es el señor que demostró la influencia de la televisión en los comportamientos violentos. Psicólogo y profesor universitario de profesión, compareció en 1999 ante un comité del Senado y afirmó que al menos el 10%o de la violencia juvenil puede achacarse a la influencia de la televisión.
¿Con qué fundamento afirmaba tal cosa? Con los datos de un estudio a largo plazo realizado por él mismo y los psicólogos clínicos Monroe Lefkowitz y Leopold O. Walter. Ese estudio, que comenzó en 1960 y no ha terminado todavía, se llama Columbia County Longitudinal Study y consiste en: seleccionar una muestra de 800 niños de ocho años, entrevistarlos a ellos y a sus padres, y seguir su comportamiento año tras año, introduciendo en el análisis la variable del tipo de televisión que han visto.
Los chicos de 1960 fueron reexaminados en 1970, 1980 y 2000. La conclusión del estudio era inequívoca: hay una relación directa entre la visualización de programas violentos en la infancia y la juventud, y la expresión de comportamientos violentos en la edad adulta. Eron lo dijo así en el Senado de Washington: «El actual nivel de violencia interpersonal se ha visto disparado por el efecto a largo plazo producido por la exposición de muchas personas a un dieta intensiva de violencia televisiva cuando eran niños». Hay otras causas en la violencia, pero a la televisión le corresponde su parte.
Leonard D. Eron dedicó muchos de sus esfuerzos a paliar la violencia juvenil: colaboró en programas sociales y sentó principios y orientaciones para padres y educadores. Uno de esos principios reza del siguiente modo: «Es inútil alabar el comportamiento positivo de los estudiantes si no realizamos críticas y castigos del mal comportamiento». Habrá a quien le suene terriblemente autoritario. A ese le vendría bien una charlita con Eron”.
www.arguments.es sábado, / 23 de junio de 2007