Consejo y Observatorio Estatal de Familias
Por Carlos Martínez de Aguirre (The Family Watch)
Es conocido el planteamiento que da lugar a la historia desarrollada en El Señor de los Anillos: Saurón, con ayuda de los bienintencionados elfos herreros, forja anillos de poder, que entrega a los Señores Elfos, a los Reyes Enanos y a los Reyes de los Hombres. Ocultamente, forja también el Anillo Único, que tiene poder sobre todos los demás: «Un anillo para gobernarlos a todos». Los anillos menores son simplemente el instrumento dirigido a permitir el dominio del Anillo Único sobre las tres razas, y al final sobre toda la tierra.
Salvadas las distancias (que son grandes), esto es lo que me ha venido a la cabeza cuando he podido leer el Real Decreto de 11 de mayo de 2007, por el que se crea el Consejo Estatal de Familias, y el Observatorio Estatal de Familias. Veamos por qué.
La finalidad del Consejo es en sí muy loable: se trata -dice el Preámbulo del Real Decreto- de crear un cauce que canalice la participación y la colaboración con el movimiento asociativo del ámbito familiar; eso sí, «teniendo en cuenta la diversidad de situaciones, modelos y problemáticas familiares existentes en una sociedad democrática y avanzada como es la sociedad española de principios de siglo XXI, tratando de integrar en su seno esa pluralidad de sensibilidades y enfoques». Además, de acuerdo con el artículo 1.3 del citado Real Decreto, «el Consejo y el Observatorio Estatal de Familias tienen la finalidad de institucionalizar la colaboración y la participación de las familias a través de las asociaciones que representan o defienden sus intereses en la definición, aplicación y seguimiento de las políticas que les afecten en el ámbito de competencias atribuidas a la Administración General del Estado». Para ello, el Consejo Estatal de Familias tiene como funciones, entre otras, realizar el seguimiento de las políticas públicas relativas a la familia, formular propuestas y recomendaciones a la Administración, y emitir dictámenes sobre los proyectos normativos u otras iniciativas de la Administración relativas a la familia.
Hasta ahí, todo tiene muy buena pinta: un órgano aparentemente encargado de hacer llegar la voz de las familias hasta el Gobierno, de presentarles sus problemas e inquietudes, de facilitar la «perspectiva de familia» en relación con las políticas o proyectos normativos desarrollados o a desarrollar por el Gobierno central.
¿A quién representa en realidad?
Los problemas vienen cuando se comprueba la composición del Consejo Estatal de Familias: un total de 38 miembros, de los que diecinueve -entre los que están el Presidente y el Vicepresidente del Consejo- proceden de la Administración, y otros diecinueve son representantes del movimiento asociativo de ámbito estatal que representan o defienden los intereses de las familias. Esto quiere decir que el Consejo, cuya función parecía ser hacer llegar al Gobierno la voz de las familias, está formado decisivamente por representantes del Gobierno. Esto garantiza a su vez que, con independencia de los debates internos, cuando el Consejo de Familias haga llegar su opinión al Gobierno, éste oirá en realidad su propia voz, y no la de las familias, lo cual será así aunque todos los representantes de las asociaciones familiares hayan votado en el mismo sentido: el voto de los consejeros gubernamentales, unido al voto de calidad del Presidente, decidirá a favor del Gobierno. ¡Y ésa será formalmente la voz de las familias! El Gobierno podrá después exhibir el informe favorable del Consejo de Familias, y hacer frente así a las críticas que le lleguen desde las asociaciones familiares.
Más cosas podrían decirse sobre la tipología de asociaciones familiares con representación en el Consejo, y sobre el sistema de selección, que dan una vuelta de tuerca más a favor del Gobierno (¡nunca está de más atar bien todos los cabos!)
Por eso, creo que en realidad se trata de un Consejo Estatal de Familias dirigido a gobernarlas, a suplantarlas, y a contrarrestar, por ejemplo, la contestación familiar que este Gobierno ha experimentado a lo largo de la legislatura. Y el anillo que se ofrece a las asociaciones familiares son los puestos en el Consejo, que aparentemente les dan mayor proyección y capacidad de influencia. Pero al final, lo dicho: un Consejo para gobernarlas a todas.
HazteOir.org. Domingo 27 de mayo