Sobre algunas obras del P. Jon Sobrino.
Hoy mismo la Congregación para la Doctrina de la Fe ha hecho pública una Notificación sobre algunas obras del P. Jon Sobrino. Ya se han divulgado descalificaciones globales y juicios apresurados en contra, antes, incluso, de que se diese a conocer. Es, sin embargo, muy de agradecer a la Congregación el servicio que con esta Notificación, ratificada por el Papa, presta a toda la Iglesia, al Pueblo de Dios, a la gente de fe sencilla y también, consiguientemente, al resto de los hombres, que tienen derecho a conocer la fe de la Iglesia en toda su verdad para poder abrirse a Cristo y seguirle en su realidad no desfigurada por interpretaciones.
Tengo motivos para saber, tal vez como pocos, cómo se actúa en esta Congregación. Lejos de ella las cosas que se le imputan. Ni en su modo de proceder, ni en sus juicios, ni en su riguroso pensamiento, hay nada que se le parezca a un espacio que impide la libertad en la Iglesia. Todo lo contrario. Su servicio es un servicio a la verdad en un respeto exquisito a los autores, cuando se trata de juicio de doctrina. Es un servicio de ayuda a Pedro, el Papa, para que Pedro pueda confirmarnos a toda la Iglesia en la verdad de la fe.
«El deseo de verdad pertenece a la naturaleza humana misma del hombre, y toda la creación es una inmensa invitación a buscar las respuestas que abren a la razón humana a la gran respuesta que desde siempre busca y espera: la verdad de la revelación cristiana, que se manifiesta en Jesús de Nazareth, permite a todos acoger el ‘misterio’ de la propia vida… Aquí la relación entre libertad y verdad llega al máximo y se comprende en su totalidad la palabra del Señor: ‘Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres’» (Benedicto XVI).
Los hombres necesitan conocer a Jesucristo, y los cristianos necesitamos, por nuestra parte, ser confirmados y garantizados de que estamos reconociendo a Jesucristo en su realidad y verdad, a Jesucristo que es la verdad, y no una idea o interpretación acerca de Él: de otra manera no llegamos a la “verdad que nos hace libres”, ni nos alcanza su salvación. No nos adherimos a interpretaciones; nos adherimos a la Persona misma de Jesucristo, que no es una invención nuestra ni fruto del pensamiento cambiante de los hombres. Es una realidad de la que no podemos disponer, que nos es dada. Nos ha sido dada una vez por todas e irrevocablemente en el acontecimiento de su encarnación, nacimiento, vida, muerte, resurrección y envío del Espíritu Santo, del que es inseparable la Iglesia. Llega a nosotros por el testimonio Apostólico, recogido en las Sagradas Escrituras, fielmente conservadas en la Iglesia, en la «Gran Tradición Católica», e interpretadas por el Magisterio autorizado de la Iglesia, garantía de nuestra permanencia en la verdad y en la realidad dada que nos salva.
Esta es la naturaleza de la revelación cristiana: entraña una realidad que le es dada al hombre como algo que soberanamente le adviene y es independiente de él. La Revelación no puede diluirse en las interpretaciones subjetivas de individuos y comunidades. Se falsearía la Revelación si se quisiera o pretendiera medirla por una norma diferente de ella misma. Resulta contraria, por lo mismo, a la Revelación toda interpretación o práctica que, por acomodarla al espíritu del tiempo o ponerla en sintonía con la cultura del momento o del lugar, pretenda reducir dicha Revelación a un simple eco de ese tiempo o de ese momento. Cuando una cultura, o un momento, o una situación se convierte en medida del Evangelio, el cristianismo se disuelve en la cultura o en la situación, se imposibilita la evangelización; y la fe, desfigurada, se convierte en soporte de la cultura, pero se torna incapaz de dar sentido total a la vida.
«La Congregación -como señaló Benedicto XVI en febrero de 2006- encuentra aquí el motivo de su compromiso y el horizonte de su servicio. El servicio de la Congregación a la plenitud de la fe es un servicio a la verdad y, por eso, a la alegría que proviene de lo más íntimo del corazón y brota de los abismos del amor que Cristo ha abierto de par en par con su corazón traspasado en la Cruz y que su Espíritu difunde con inagotable generosidad en el mundo». Este servicio de «Doctrina de la Fe» «es un servicio a la plena difusión de la luz de Dios en el mundo» (Benedicto XVI).
Por eso doy las gracias a la Congregación para la Doctrina de la Fe que, con su «difícil y fascinante compromiso» de colaborar con el Sucesor de Pedro en mantener viva la fe recibida, al ofrecer esta Notificación sobre algunos escritos del P. Jon Sobrino en algunos puntos no conformes con la fe de la Iglesia, hoy podamos responder fielmente con Pedro en toda y plena verdad: «Tú eres, el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Esto es lo que salva, esto es lo que ilumina la vida de los hombres y lo que les hace libres, ahí es donde está el verdadero y pleno Amor que se identifica con los pobres y últimos y se vuelca con su amor en favor de ellos.
Antonio Cañizares Llovera
Cardenal Arzobispo de Toledo
Primado de España
Artículo en el Diario “La Gaceta de los Negocios”, el 15 de marzo de 2007