El hombre es un buscador pero necesita una brújula para encontrar su norte.

III. LA SORPRENDENTE IGLESIA

En esta Brújula cuatro sesiones sobre la Iglesia que muchos no acaban de entender en su realidad como presencia real de Dios en la historia. 

3ª Sesión

Barto pregunta: Otra gente prefiere entenderse directamente con Dios, ¿acaso es tan distinto del estar integrado en la Iglesia?

Pedro: Normalmente, el individualismo está mal visto, como señala el dicho popular que rechaza la actitud de “Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como”. Además, es irreal porque nadie puede vivir en soledad sobre todo sin relaciones humanas profundas que dan estabilidad y sentido a la vida; la necesidad de integrarse en un grupo de amigos, de vestir como los demás, de ser socio de un club deportivo o de asistir a un concierto es particularmente fuerte en los jóvenes. Todo eso lo sabes y mucho mejor Yo que os he creado con una naturaleza sociable, como dice tantas veces la Escritura: «Más vale ser dos que uno, pues sacan más provecho de su esfuerzo. Si uno cae, el otro lo levanta; pero ¡pobre del que cae estando solo, sin que otro pueda levantarlo!» (Eclesiastés 4,10).

Lejos de favorecer la libertad, el aislamiento impide al hombre la relación fluida con Dios y la sintonía con sus semejantes, mediante la comunión de ideales y de proyectos. Por ello es sencillamente lógico aceptar de buen grado la compañía de los demás, los lazos que os sitúan en el mundo, y los compromisos que conlleva la convivencia humana. La Iglesia responde pues al plan salvífico de la Trinidad y a la naturaleza sociable de los hombres, por lo cual manifestaría orgullo quien pretendiera entenderse directamente con Dios y una ingenuidad engañosa. No debéis huir de los compromisos que os unen a los demás, a las estructuras de comunión en la Iglesia -parroquia, movimiento, asociación, etc.- porque en verdad os liberan del egoísmo y os llevan a protagonizar proyectos en favor de los demás con ideales elevados.

Entonces es posible ver la Iglesia como el espacio de comunión más profunda y más extensa en el espacio y en el tiempo: todo el mundo y el recorrido de siglos de historia. Entonces puedes sentir la alegría de tener una misma fe, de participar de los mismos sacramentos singularmente de la Eucaristía para uniros de inmediato a Jesús y de estar en alianza de amor con un mismo Dios vivo y verdadero, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

En suma, Dios mismo en su providencia amorosa he mostrado el camino seguro para todos principalmente mediante la encarnación del Hijo Jesucristo como dice el evangelio de Juan: «A Dios nadie lo ha visto jamás; el Dios Unigénito, el que está en el seno del Padre, El mismo lo dio a conocer» (Juan 1,18).

Jesús Ortiz