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Para encontrar el Norte (16/…): No quiero poner en duda la fe pero ¿cómo comprobar que Jesucristo es realmente Dios?

El hombre es un buscador, pero necesita una brújula para encontrar su norte.

 

II b.  QUIÉN ES JESUCRISTO

Lidia:

No quiero poner en duda la fe, pero ¿cómo comprobar que Jesucristo es realmente Dios?

Pedro:

– Los primeros apóstoles y discípulos comienzan a ser testigos y colaboradores de Jesús en tantos milagros porque se fían del Maestro y reciben nuevos dones para tener una fe más firme en El. Son curaciones de personas concretas, ciegos, leprosos, paralíticos; curaciones de endemoniados al mandarlo con su imperio; milagros sobre la naturaleza de las cosas como las multiplicaciones de panes y peces, varias pescas milagrosas, caminar sobre las aguas, etc. Más aún prodigiosas fueron las resurrecciones de la hija de Jairo, la del joven hijo de la viuda en Naím, la del siervo del centurión en Cafarnaúm, o la de su amigo Lázaro en Caná a los tres días de haber sido enterrado.

La cumbre de tantos milagros será la propia Resurrección de Jesucristo anunciada de varias maneras, comprobada por los apóstoles y discípulos e incontestada por sus mismos enemigos, que incluso urdieron un plan bochornoso sobornando a los centinelas del sepulcro para que dijeran que el cadáver había sido robado.

La Resurrección del Señor Jesús es un hecho histórico, aunque trasciende la historia humana, es decir, ha ocurrido realmente como he dicho y es palpable hasta el punto de que los discípulos no sólo lo vieron resucitado, sino que tocaron su cuerpo: era el mismo pero glorioso viviendo ya en la eternidad superando las condiciones y fuerzas terreras. Esta resurrección gloriosa es completamente distinta de esas otras cuando Jesús resucitó a otros como su amigo Lázaro pues regresaron ciertamente más allá de la muerte volviendo a vivir en este mundo en las condiciones habituales de la existencia, mientras que la resurrección de Jesucristo es permanece en la gloria y se aparece a voluntad en la tierra, y sobre todo resucita por su propio poder, algo que sin duda sólo Dios puede hacer.

Se comprende que san Pablo ensalce en sus cartas la divinidad de Jesús y declare como paradoja que «si Cristo no ha resucitado, inútil es nuestra predicación, inútil es también vuestra fe (…). Ahora bien, Cristo ha resucitado de entre los muertos como primer fruto de los que mueren. Porque como por un hombre vino la muerte, también por un hombre la resurrección de los muertos» (1 Corintios 15,13-21). Por tanto, esa resurrección singular es causa y razón de la fe en la resurrección final de todos los hombres para vivir en la eternidad gozando de Dios en su plena condición personal de alma y cuerpo glorioso a semejanza de Jesucristo, o para sufrir condenación por no haber creído en Él.

Jesús Ortiz