¿Tienes algún lugar al que te retiras cuando necesitas silencio y paz? ¿A veces necesitas irte al desierto? Hablemos de cómo apartarnos de todo para tener paz y escuchar a Dios.

Cuando fui a Tierra Santa una de las cosas que más me llamó la atención fue ver los lugares a los que Jesús se retiraba para orar. Jesús tenía la costumbre de irse a lugares apartados, donde sólo y recogido interiormente, rezaba en lo más escondido a su Padre celestial. Tenía esa necesidad de soledad y de intimidad.

Jesús se iba muchas veces a un monte elevado o a orillas del mar y oraba con el Padre. Cuantas veces me he imaginado a Jesús en el monte por la noche, mirando el cielo estrellado, sintiendo el frescor de la noche y pensando en el Padre. O me imagino a Jesús yendo al amanecer junto al mar de Galilea, contemplando el cambio de colores del amanecer, mirando como se refleja el sol en el agua, sintiendo la suave brisa de la mañana en sus mejillas.

En esos momentos, Jesús pensaba en el Padre y en su misión que es la salvación de los hombres. En ese ambiente, Jesús se recogía y ponía toda su atención en el Padre. Dice el Evangelio: «Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto a orar» (Lc 4,42). Y en otro momento: «Se fue solo al monte a orar, y pasó toda la noche en oración» (Lc 6,12). Jesús es nuestro modelo de recogimiento, de cómo apartarnos un tiempo de todo para hablar con Dios.

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