JESÚS MI SALVADOR
Una nueva meditación de nuestro Párroco sobre la Resurrección de Jesús, como siempre en audio y en texto.
Lo primero que hicieron los Apóstoles tras Pentecostés fue anunciar a Jesucristo, la Buena Nueva.
1, 7-8. (Antes de la Ascensión)
“Jesús les dijo: No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra”.
1, 14. (Tras la Ascensión y antes de Pentecostés)
“Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y con sus hermanos”.
1, 21-22. En la elección de Matías
“(Pedro) Es necesario, por tanto, que uno de los que nos acompañaron todo el tiempo en que convivió con nosotros el Señor Jesús, comenzando en el bautismo de Juan hasta el día en que nos fue quitado y llevado al cielo, se asocie a nosotros como testigo de su resurrección”.
2, 15-21 Pentecostés
“(Pedro) No es, como vosotros suponéis, que estos estén borrachos, pues es solo la hora de tercia, sino que ocurre lo que había dicho el profeta Joel: Y sucederá en los últimos días, dice Dios, que derramaré mi Espíritu sobre toda carne y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán y vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños; y aun sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días, y profetizarán. Y obraré prodigios arriba en el cielo y signos abajo en la tierra, sangre y fuego y nubes de humo. El sol se convertirá en tiniebla y la luna en sangre, antes de que venga el día del Señor, grande y deslumbrador. Y todo el que invocare el nombre del Señor se salvará”.
2, 32-33
“(Pedro) A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo”.
2, 37-42
“Al oír esto, se les traspasó el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: ¿Qué tenemos que hacer, hermanos? Pedro les contestó: «Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos, y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro». Con estas y otras muchas razones dio testimonio y los exhortaba diciendo: «Salvaos de esta generación perversa». Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas. Y perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones”.
3, 15-20 En la curación del paralitico
“(Pedro) Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello. Por la fe en su nombre, este, que veis aquí y que conocéis, ha recobrado el vigor por medio de su nombre; la fe que viene por medio de él le ha restituido completamente la salud, a la vista de todos vosotros. Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; para que vengan tiempos de consuelo de parte de Dios”.
4,10-12 Ante los jefes del pueblo y ancianos tras la curación del paralitico
“(Pedro) Quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros. Él es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos»”.
5, 29-32. De nuevo ante el Sanedrín tras prohibirles hablar
“Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen»”.
Hechos 10- 40-43 Pedro a Cornelio
“Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados»”.
1 Corintios 15, 3-5
“Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce”.
La clave para entender todo lo que pasó tras la Resurrección es que Jesús es el Salvador, mí Salvador. Entonces cobra sentido el que perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. Ir a misa es adorar al verdadero Dios, que nos salva y nos llama a la unión eterna con El. Ser testigos de Jesús vivo y la conversión de los pecados que supone una ruptura de nuestra unión con Dios y de su acción poderosa en nuestra alma. El pecado se parece a un billete de 500 € que se rasga por la mitad, no hay nada en continuidad ni nada en común, carece de valor. Cada parte del billete por su cuenta no vale, pero juntos tienen sentido. Solo cabe unir las dos partes con celofán y ese es Jesucristo quien restaura el daño ocasionado a la persona y le devuelve su sentido y dignidad.
Consecuencias de la Resurrección y de la Redención llevada a cabo son:
- Jesús es mi Salvador.
- Se alcanza el perdón de los pecados.
- Se nos propone la conversión.
- Nos impulsa a ser sus Testigos.
- Envío del Espíritu Santo (que Dios da a quienes le obedecen).
Dios no ha venido para solucionar nuestros problemas o darnos lo que le pedimos sino para curar nuestros pecados.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles (reseñados arriba) vemos los inicios de la predicación apostólica y cuáles eran los temas de su predicación, siendo fundamental la conversión. Tenían que ser diferentes al resto y luego bautizarse para el perdón de los pecados y recibir el Espíritu Santo. ¿Y hoy? ¿Habría que actualizarlo? Pensemos en que se diferencia un seguidor de Jesús de uno que no le conoce. Acaso es porque quiere a los suyos; trabaja bien; es honrado; aborrece la mentira; es amigo de sus amigos; es servicial; solidario. Alguien así parecería cristiano, pero puede ser hasta musulmán. El cristiano conoce a Jesús, le fascina su persona, se convierte en discípulo y le imita, es más se identifica con El para tener sus mismos sentimientos y para ello necesita al Espíritu Santo.
¿Sufres con el pecado? ¿Perdonas a quien te ofende? ¿Vives las bienaventuranzas? ¿Darías tu vida por tu enemigo? Esto es ser discípulo. Independiente de que te creas o no con fuerzas. Es cuestión de querer. No podemos ser como los demás. Hemos de llevar paz, alegría, esperanza (los 14 frutos del ES). Es la búsqueda de la santidad. Vaciarte de ti y llenarte de Dios para que Él se manifieste en ti. Y entonces uno descubre que:
- No puede enfadarse por tonterías y montar un pollo.
- No debe exasperar a los hijos.
- Debe ser paciente con las chocheces de los mayores.
- No puede anteponer cosas a la dignidad de las personas.
- No puedes humillar a la gente para hacerte notar.
- No pretendas tener siempre razón. Ni querer quedar por encima. Ni tener la última palabra.
- No te escabullas del servicio cuando estés cansado.
- No trasmitas tus preocupaciones al hogar y paguen ellos sus consecuencias.
- No tomes iniciativas sin consultar, al menos al cónyuge.
- No te pongas hecho un basilisco al volante.
- No lo quieras juzgar todo.
- Se amable y respetuoso, etc.
A la vez, surgen preguntas:
- ¿Quién es la razón de tú existir? ¿Es Jesús?
- ¿De quién o de que hablas constantemente? ¿De Jesús?
- ¿Cuándo haces una cosa buena la has ofrecido antes?
- ¿Te buscas a ti mismo o la gloria De Dios?
- ¿Empiezas el día ofreciendo tus obras?
- ¿Terminas el día dando gracias a Dios?
- ¿Cuál es el motor de tu vida?
- ¿Das gracias por ser cristiano, por recibir el bautismo, la vida y la fe?
- ¿Buscas su fuerza y su gracia o te bastas por ti mismo?
- ¿Te duele el pecado y ofreces sacrificios en reparación de los tuyos y para la conversión de los pecadores?
Jesús no es un sentimiento sino alguien muy concreto y tan cercano como tú le dejes estar.
Me ha salido un examen de conciencia, que no era la intención. Pero fijémonos no tanto en los pecados cuanto en nuestras actitudes de cara a Dios.
Cuando vemos el fundamento de la predicación apostólica, encontramos la Salvación y al Salvador. Algo evidente para aquellos testigos directos de Jesús, pero hoy, pasado tanto tiempo, a lo mejor no se ve tan evidente, porque el hombre parece que es el salvador de todo con su ciencia y se difumina así la Salvación de Jesús. Pero hoy Dios te sigue salvando:
- De tu situación de naturaleza caída y por tanto de tu inclinación al mal.
- Te salva de las tentaciones del Maligno.
- Te salva de tus pecados.
- Te salva de tu falta de conocimiento de la verdad, que conlleva desconocimiento del bien y del mal, de lo bueno y de lo malo y por tanto de tus errores y caídas.
- Te salva del infierno al abrir las puertas del Cielo.
- Te salva de la tristeza y de la infelicidad al llamarte a la bienaventuranza.
- Te salva de ti mismo ofreciéndote el camino, la verdad, la resurrección y la vida para tu felicidad, aquí en la tierra y luego en el cielo.
- Te salva de tus angustias.
- Te salva a través de: su Hijo; de su Iglesia; de los sacramentos y de tu conciencia. La conciencia es el lugar donde Dios habla a tu corazón. (Pero hay que procurar que no se distorsione esa voz o que al enviar un mensaje el corrector del WhatsApp ponga una barbaridad, por eso hay que formar la conciencia, que es asegurarse que se entendió el mensaje y que el corrector no cambió nada. Recuerdo una conversación escuchada en el metro entre dos personas poco doctas y una decía a la otra que el médico la había recetado una indición de ursulinas, en lugar de una inyección de insulina)
Sino reconoces esto es que te has enterado de poco. La salvación la acogemos cuando nos dejamos reconciliar con Dios.
2 Corintios 5, 17-20
“Por tanto, si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo. Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Porque Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.”
O como le decía Jesús a madre Teresa de Calcuta: “No me conocen – por eso no me quieren…” y El amor de Dios por los hombres: “Cuando me entregas tus pecados, me confieres la dicha de ser tu Salvador”.
Deja a Dios ser Dios. Déjale ser tu Salvador. Para eso sé humilde y reconoce cuánto le necesitas. El Papa Francisco en un mensaje de Cuaresma hace unos años decía que hay gente que hace de sus desgracias la razón de su existir, están amargados y amargan a los suyos y que eso era por su soberbia, porque no dejan a Dios ser el protagonista de su vida. En su pena ellos son el protagonista de su historia, pero si dejasen entrar a Dios y dejasen que Él les consuele, entonces el protagonista sería Jesús y eso es lo que no quieren.
Dios puede actuar en tu vida si tú quitas los obstáculos que pone tu corazón: el rencor, la ira, la avaricia, la lujuria, el orgullo, la envidia o la pereza. Si no le pones freno a su acción Él te transformará, a través del Espíritu Santo, pero no puede transformar tu corazón cuando no le dejas. Y cuando le dejas hacer ves que te conviertes sin darte cuenta en un testigo y puedes hablar de cómo Dios actúa en tu vida. Aunque estas últimas ideas intentaré desarrollarlas con más calma en próximas ocasiones.
Dios te Bendiga.
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