LA SERENIDAD DE JESÚS
Hoy nuestro Párroco nos invita a una reflexión sobre la serenidad de Jesús.
Jesús le ha confirmado a Simón en su Primado, le ha dicho “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos”. Y sigue el Evangelio que a continuación Jesús “comenzó a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día”. Pedro trata de persuadirle, Jesús le llama Satanás y se lo recrimina. Se quedan los discípulos asombrados y seis días más tarde Jesús se transfiguró en el Horeb delante de Pedro, Santiago y Juan dándoles a conocer su divinidad para sostenerles en la prueba. Al poco tiempo volverá a repetirles “El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día”. Y ellos se pusieron muy tristes nuevamente. Todavía habrá un tercer anuncio de la Pasión cuando están subiendo a Jerusalén y les concreta que se burlarán de El los gentiles, lo azotarán y lo crucificarán, pero que al tercer día resucitará.
¿Qué podemos observar en esta secuencia de sucesos que nos refiere san Mateo? Yo me fijaría en 3 aspectos. Uno es que los apóstoles no entendieron. Otro que se quedaron en lo negativo, la Pasión, y no dieron el paso a la Resurrección y, por último, la serenidad de Jesús al narrar los acontecimientos, al continuar con su vida diaria y su predicación como si nada, aun sabiendo lo que le iba a suceder.
Creo que puede ayudarnos en estos días a la luz de los acontecimientos. Nosotros, al igual que los apóstoles, no entendemos cómo hemos llegado hasta aquí, ni, a lo mejor, las medidas que hay que tomar, que qué va a pasar después, o en los trabajos o negocios cómo quedarán. Podemos incluso pensar, como Pedro, que se tendrían que hacer otras cosas o tomar otras medidas. Qué sería de ellos y del mensaje de Jesús si todo eso es cierto, etc. Les viene el miedo a lo desconocido y a lo que les pueda suceder, como se verá tras la muerte de Jesús que se encerraron en el Cenáculo por miedo a los judíos. Se han quedado por tres veces con la primera parte del anuncio de la pasión del Maestro, con la mente bloqueada y no han interiorizado la última parte que habla de la Resurrección.
Posiblemente, tampoco han entendido la transcendencia de la Resurrección, por ser algo desconocido y por estar bloqueados con lo primero. Hay experiencias que, para hacerlas nuestras, hemos de pasar por ellas y no hay otro modo de interiorizarlas. Ayuda, eso sí, la experiencia ajena, pero lo justo, como les pasó a los discípulos, que no les sirvió el anuncio de Jesús de lo que iba a suceder y de cómo iba a ser ni de que formaba parte de Su Misión.
Siguen viendo a Jesús con ojos humanos y esto les impide ver la trascendencia de los acontecimientos y les impide tener confianza ciega en El, hecho que solo vendrá con la llegada del Espíritu Santo en Pentecostés.
Tener información no es suficiente, hay que saber interpretarla y esto es lo que no vieron los apóstoles y, además, Jesús les dejó en la ignorancia, también porque sabía que en ese momento no lo podían entender al requerirse una fuerza de lo alto que aún no les había llegado, el Espíritu Santo. A nosotros nos puede pasar algo similar, que para entender todos los acontecimientos a la luz de Jesús, necesitamos una conexión y una unión mayor con El de la que tenemos. De ahí que necesitamos tiempo y pedírselo al Señor para entenderlo. Y eso se llama trato con el Maestro y vida de oración. Hay que procurar ver las cosas en su conjunto y no quedarnos en lo inmediato. Se parece a alguien que comienza a contar algo e inmediatamente ya hay gente haciendo preguntas antes de que se haya terminado el relato. Esto me sucede con los niños en el colegio que tengo que impedirles hacer preguntas hasta que termine de hablar.
Los apóstoles no entendieron el mensaje de Jesús, tampoco vieron las cosas en su conjunto y no estaban capacitados de momento para entenderlo todo. Pero Jesús, está tranquilo y sereno. Conoce lo que sucederá. Ya lo sabía desde el principio, pues para esto se hizo Hombre. Ahora solo lo comparte, para ayudar a los discípulos. No busca consuelo ni nada parecido. Solo narra su misión, para que estén preparados. Jesús no cambia en los días siguientes, de modo que al estar tranquilo, los apóstoles se olvidan de este terrible anuncio. Quizás piensen que ya se terminó el problema. Porque Jesús sigue haciendo vida normal, sereno y animoso. Predica con fuerza, recorre aldeas y sana enfermos. Todo sigue igual. Solo en el Huerto de los Olivos le veremos en su agonía, para, pasado ese momento, volver a recuperar la calma. ¿Cómo es posible que conserve esa serenidad? Pues sabiéndose en el cumplimiento de la Voluntad del Padre. Sabiéndose Hijo de Dios y Salvador de los hombres. Completando la Misión que le encomendó la Trinidad en su deseo de redimir la condición humana. Ama al Padre y a cada uno de los redimidos, donde estamos cada uno de nosotros. Jesús afronta la Pasión con serenidad, para mostrarnos el camino a seguir. Santa Teresa de Jesús supo concretarlo en este poema: Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta; solo Dios basta.
Ella, al igual que Jesús, se saben en las manos del Padre y afrontan la vida con serenidad. La paz interior, que se manifiesta en esa serenidad es uno de los frutos del Espíritu Santo. Pues pidámosle al Señor saber vivir nosotros estos días, y lo que vendrá, con la tranquilidad de sabernos en las manos del Buen Padre Dios e implorando los Frutos de Espíritu Santo en nuestra vida.
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