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Atención a la eutanasia que viene (I)

Durante el verano también se puede pensar, incluso sobre cuestiones importantes como es el derecho a la vida. Por contraste uno puede reflexionar por qué la eutanasia es un atentado contra la dignidad de la persona y una desmoralización de la sociedad. 

Próxima ley de la eutanasia

Comencemos por decir lo más obvio y es que una ley de eutanasia no pretende una muerte digna, sino una muerte rápida y menos costosa, y que el supuesto derecho se convierta en desecho. Nadie aspira a sufrir el fantasma del «encarnizamiento terapéutico» y menos los profesionales de la salud. Todos queremos morir sin sufrimiento y es algo que hoy día la medicina puede garantizar. Los cuidados paliativos son la mejor muestra de ello. Sin olvidar que los sufrimientos más duros son el no sentir cariño ni encontrar sentido a esa etapa final, sobre todo para quienes carecen de esperanza en el más allá, que no son tantos, pues lo natural es intuir alguna pervivencia personal.

El PSOE y Unidas Podemos piden despenalizar la eutanasia como primer paso de la ley de eutanasia, que puede ser de las más «progresistas» de la Comunidad Europea. Ya lo hicieron en legislaturas anteriores y ahora van con fuerza a por ello. Ya se encargarán sus televisiones de «convencer a la gente» sobre las bondades de una ley encuadrada en los nuevos derechos sociales. Como hemos visto y veremos, se presentan a bombo y platillo unos pocos casos tremendos de sufrimiento, mientras se silencian otros muchos de pacientes atendidos incluso en sus hogares que unen y fortalecen a una familia.

Bypass eutanásico

Los expertos consideran como una falacia idealizar la autonomía del paciente como justificación moral de la eutanasia. Estos enfermos, más o menos terminales, son víctimas de la presión social y admiten con facilidad que son un peso para la familia y para la sociedad, de modo que son otros los que deciden por ellos. Se produce lo que denominan como «bypass eutanásico»: el salto de la autonomía del paciente a su muerte sin ser suficientemente atendido.

Los cuidados paliativos avanzan, pero todavía son escasos los recursos destinados al cuidado de esos enfermos, porque algunos prefieren precipitarse por el camino de la inhumanidad, eso sí, bajo capa de dignidad ante la muerte. R. Andorno llega a decir que en estos casos el médico se convertirá en una suerte de mercenario al servicio de cualquier pretensión del paciente (Bioética y dignidad de la persona). Pueden consultarse los estudios de J. Habermas (El futuro de la naturaleza humana ¿Hacia una eugenesia liberal?, o de E. García-Sánchez (La autonomía del paciente como justificación moral de la eutanasia). (Continuará)

Jesús Ortiz

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA. LA EUTANASIA

2276 Aquellos cuya vida se encuentra disminuida o debilitada tienen derecho a un respeto especial. Las personas enfermas o disminuidas deben ser atendidas para que lleven una vida tan normal como sea posible.

2277 Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable.

Por tanto, una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador. El error de juicio en el que se puede haber caído de buena fe no cambia la naturaleza de este acto homicida, que se ha de rechazar y excluir siempre (cf. Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Iura et bona).

2278 La interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el “encarnizamiento terapéutico”. Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla. Las decisiones deben ser tomadas por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad o si no por los que tienen los derechos legales, respetando siempre la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente.

2279 Aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a una persona enferma no pueden ser legítimamente interrumpidos. El uso de analgésicos para aliviar los sufrimientos del moribundo, incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la dignidad humana si la muerte no es pretendida, ni como fin ni como medio, sino solamente prevista y tolerada como inevitable. Los cuidados paliativos constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada. Por esta razón deben ser alentados.