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Sobre las procesiones (y vídeo procesión Domingo de Ramos de nuestra parroquia)

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En el Código de Derecho Canónico se encuentra lo que puede llamarse definición oficial: «Bajo el nombre de sagradas procesiones se da a entender las solemnes rogativas que hace el pueblo fiel, conducido por el clero, yendo ordenadamente de un lugar sagrado a otro lugar sagrado, para promover la devoción de los fieles, para conmemorar los beneficios de Dios y darle gracias por ello, o para implorar el auxilio divino» (can. 1290,1).

 

En los primeros siglos de la era cristiana fue muy común ver reunidos a los cristianos, aun en tiempo de persecución, para llevar en procesión los cuerpos de los mártires hasta el lugar de su sepulcro; así lo cuentan las Actas del martirio de S. Cipriano y de otros muchos. Pronto los fieles empezaron a acudir en peregrinación a visitar los Santos Lugares: Belén, Jerusalén… Y también acudían de diversas partes a visitar, en Roma, los sepulcros de S. Pedro y de S. Pablo y los cementerios de los mártires; en Seleúcida (Asia Menor) el de Santa Tecla; en Nola (Italia) el de S. Félix; en Egipto el de S. Menas; en las Galias el de S. Martín; etc.

 

Procesiones litúrgicas. Son las que se encuentran descritas en los libros litúrgicos generales y particulares; debe observarse en ellas con fidelidad las prescripciones que dichos libros hacen en lo tocante a ritos, oraciones y cánticos. Pueden ser ordinarias o extraordinarias. Son ordinarias aquellas que se celebran en días determinados del año a tenor de los libros litúrgicos o de las costumbres de las iglesias (can. 1.290,2). Cabe citar, en primer término, tres: la del Domingo de Ramos, la del 2 de febrero  y la de la noche de Pascua. Puede también incluirse dentro de esta categoría las llamadas procesiones funcionales, es decir, aquellas que solemnizan un movimiento necesario para realizar los ritos; tales son la del Viático o comunión de enfermos, la de los funerales, la del día de jueves Santo para trasladar la Eucaristía al monumento, y las que están ligadas a la realización de un acto litúrgico: entrada de los concelebrantes en la misa solemne, procesiòn con las ofrendas, la de los fieles al ir a comulgar… Hay que citar además la procesión del día del Corpus Christi. Y; finalmente, las que tienen por costumbre ciertas iglesias: la del día de su Dedicación, la del titular de la iglesia, etc. Son procesiones litúrgicas extraordinarias aquellas que por ciertas causas públicas están prescritas para otros días; entre ellas pueden enumerarse: para pedir la lluvia, el buen tiempo, contra las tempestades, en tiempo de hambre, mortandad y peste, en tiempo de guerra, para dar gracias y para trasladar reliquias.

En cuanto al sentido y valor de unas y otras procesiones, téngase en cuenta lo siguiente: La Iglesia entera es un pueblo inmenso que avanza en procesión hacia la Ciudad Eterna, la Jerusalén celeste (Apc 7,1-12). Así, pues, cualquiera que sea la forma que revista una procesión, lleva el alto significado de anticipar simbólicamente el misterio último de la Iglesia, que es la entrada en el Reino Celestial; las procesiones ponen de manifiesto el gran misterio de la Iglesia en constante peregrinación hacia el cielo. Además de esto, son un acto de culto público a Dios, que al mismo tiempo lleva consigo un carácter de proclamación y de manifestación externa y pública de la fe. Y con todo ello pueden ayudar a la oración y a los deseos de mejorar (de ir adelante) de todos. La prohibición de las procesiones ha sido siempre uno de los episodios tristes y característicos de la lucha contra el cristianismo y la Iglesia.

 GER

 

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