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El Camino neocatecumenal estrena traje nuevo

logo-camino-neocatgecumenal.jpgEl pasado día 11, fiesta de Pentecostés, Benedicto XVI firmaba la aprobación de sus estatutos

El Camino neocatecumenal estrena traje nuevo. Y, al parecer, definitivo. El pasado día 11, fiesta de Pentecostés, Benedicto XVI firmaba la aprobación de sus estatutos. Con ella, los kikos, como se les conoce popularmente, encuentran acomodo en las estructuras canónico-jurídicas de la Iglesia, tras muchos años de limbo eclesial. Y con el respaldo del Papa están dispuestos a recristianizar el mundo.

“Nos lanzaremos de lleno a la evangelización, también en los países de antigua tradición cristiana, en los que, poco a poco, muchos ciudadanos han ido perdiendo la fe”, dijo, exultante, Kiko Argüello, uno de sus carismáticos fundadores, una vez conocida la aprobación vaticana.

A Roma le costó dar el placet a los neocatecúmenos. Su itinerario jurídico comenzó en 1997, más de treinta años después de su fundación en Palomeras Altas (Madrid), cuando Juan Pablo II les confirió un “reconocimiento formal”. En 2002, el mismo Papa Wojtyla aprobó sus estatutos “ad experimentum” por una período de cinco años, que se prolongó más de lo esperado, porque Roma encontraba demasiadas “peculiaridades” litúrgico-teológicas en el Camino.

Porque los kikos siempre han tenido una forma especial de celebrar los ritos sacramentales, especialmente la eucaristía. Ahora, el Vaticano, aprueba definitivamente sus estatutos, pero les obliga a introducir una serie de “modificacionesconsideradas necesarias”.
Entre las más importantes, el que “el Camino Neocatecumenal está al servicio del obispo”. No pueden ir, pues, por libre y al margen de los prelados de cada diócesis. Roma no quiere iglesias dentro de la Iglesia.

Las otras “correcciones” se centran en el ámbito litúrgico. Roma les permite seguir tomando la comunión bajo las dos especies (pan y vino), usar pan ácimo y cambiar el rito de la paz. Pero deben ponerse de pie a la hora de comulgar y, además, sus celebraciones tienen que estar “abiertas a otros fieles”.

A cambio de estas pequeñas modificaciones más de forma que de fondo, los kikos consiguen que la Iglesia les considere “una de las modalidades de actuación diocesana de la iniciación cristiana y de la educación permanente de la fe”.

En cualquier caso, a partir de ahora, ya nadie podrá tacharlos de “sectarios” ni poner en tela de juicio sus peculiares métodos de reclutamiento, financiación y evangelización. Peculiares, porque tratan de vivir como los primeros cristianos con todo en común, incluso el dinero, y están dispuestos a dejarlo todo e irse a misionar a los países del tercer mundo en familia.

Métodos revolucionarios, pero que están dando resultados espectaculares. Francisco José Gómez Argüello Wirtz (León, 1939) y Carmen Hernández (Ólvega, Soria) fundaron el Camino en las chabolas de Vallecas en 1964. El era un pintor ateo que se retiró entre los quinquis en busca de la iluminación. Allí coincidió con Carmen, monja del Instituto de Misioneras de Cristo Jesús, que acababa de regresar de Bolivia.

Del carisma personal de Kiko y de la preparación teológica e intelectual de Carmen surgió el movimiento. Tras años de penurias, consiguió afianzarse, con la bendición del entonces arzobispo de Madrid, cardenal Tarancón. Y el grano de mostaza se convirtió en árbol frondoso. Hoy, el Camino presume de tener 20.000 comunidades, 883 diócesis, 6.000 parroquias, 52 seminarios, 731 sacerdotes, 1.500 seminaristas y varias universidades. Y un número total de fieles de más de un millón.

Con estas cifras, los Kikos pueden presumir de ser la más pujante nueva realidad eclesial. Además, con la bendición papal, Kiko y Carmen entran, por sus propios méritos, en el santuario de los grandes fundadores modernos, como el mexicano Marcial Maciel (Legionarios de Cristo), Luigi Giussani (Comunión y Liberación) o Chiara Lubich (Focolares). Un panteón de ilustres al que, sin duda, se sumará la pareja de fundadores españoles del Camino.

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