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Milagros de la Misericordia Divina

divina-misericordia.jpgUN MILAGRO ANTE LA TUMBA DE SANTA MARÍA FAUSTINA

Este fue el milagro que sirvió para que Sor María Faustina Kowalska fuera Beatificada por el Papa Juan Pablo II, el 18 de Abril de 1993.

Antes de cumplir 15 años, Maureen Digan disfrutaba de una vida normal, con una salud normal. De pronto le vino una enfermedad progresiva pero terminal, llamada: Lymphedima. Esta es una enfermedad a la que no responde ningún medicamento y no tiene, por tanto, remedio alguno.

En los 10 años siguientes Maureen tuvo 50 operaciones quirúrgicas y a veces tenía que quedarse en el hospital hasta por un año. Los amigos y parientes le sugirieron que rezara y pusiera su confianza en Dios. Pero Maureen no podía entender, primero, por qué Dios había permitido que tuviera aquella enfermedad y segundo, porque ella había perdido su fe completamente. Es más, su deteriorada enfermedad necesitaba la amputación de una pierna. Una tarde, mientras Maureen estaba en el hospital, su marido, Bob, fue a ver una película titulada: “La Misericordia Divina, imposible escapar a ella”, y allí se convenció de los poderes de curación a través de la intercesión de Sor Mª Faustina Kowalska. Bob persuadió a Maureen y a los doctores para que fuera hasta la tumba de Sor Mª Faustina, en Polonia.

Llegaron a Polonia el 23 de Marzo de 1981 y Maureeen se confesó por primera vez desde que era una joven de pocos años. En la tumba (ahora Capilla de la Beata Faustina) Maureen recuerda haber dicho en su inimitable estilo: “Muy bien, Faustina, hice un largo viaje hasta aquí, ahora haz tú algo…” En su corazón ella oyó que Sor Faustina le decía: “Si quieres mi ayuda, yo te la daré”.

De repente pensó que sus nervios se rompían. Sintió que todos los dolores parecía que salían de su cuerpo y que su pierna hinchada, y que iba a ser amputada, volvía a su tamaño normal. Cuando Maureen regresó a los Estados Unidos fue examinada por cinco doctores independientes que llegaron a la conclusión de que estaba completamente curada. No tenían ninguna explicación médica para la curación de su enfermedad progresiva y terminal. La evidencia de este milagro fue examinada por otros cinco doctores nominados por la Sagrada Congregación para la Causa de los Santos y habiendo pasado la prueba, fue examinada por un equipo de teólogos y, finalmente, por un equipo de Cardenales y Obispos. La curación fue aceptada como milagro concedido por la intercesión de Sor Mª Faustina Kowalska ante el cuadro de la Divina Misericordia. Sor Faustina fue beatificada, por la prueba de este milagro, el día 18 de Abril de 1993, fiesta de la Divina Misericordia (2º domingo de Pascua).

El día 30 de Abril del Año Santo 2000 la Beata Mª Faustina Kowalska fue solemnemente canonizada por el Papa Juan Pablo II, que, con fecha 5 de Mayo de ese mismo año, instituye y decreta la Fiesta de la Misericordia Divina para toda la Humanidad, en el 2º domingo después de Pascua.

EL MILAGRO DE UGO FESTA, EN TRENTO, EN LA CAPILLA DE LA MISERICORDIA DIVINA

Ugo Festa nació en Vicenza (Italia), en 1951. Desde muy pequeño sufrió una grave enfermedad: Esclerosis múltiple. Gradualmente su salud se fue deteriorando. Eso le llevó a otros graves problemas durante su juventud. A los 39 años Ugo sufría esclerosis múltiple, distrofia muscular y epilepsia. Al comienzo de 1990 su espina dorsal se torció y tenía ataques de epilepsia todos los días. Desde que se declaró su enfermedad, Ugo había sido asistido por diferentes doctores, pero ellos no pudieron hacer nada por él. El decidió entonces que no le quedaba otra solución a sus males , más que la oración.

El día 28 de Abril de 1990, Ugo fue con una peregrinación a Roma. En su desgraciada situación le presentaron a la Madre Teresa de Calcuta que estaba en Roma en aquel momento con un grupo del que él pronto se hizo amigo. Ugo estaba invitado con este grupo a un retiro en la Capilla de la Divina Misericordia de Trento, pero él rehusó acompañarlos. Al salir de la entrevista, uno de los del grupo, una monja, le dio cinco cuadros pintados con la imagen de la Misericordia Divina y una medalla. Al día siguiente, 29 de Abril de 1990, Ugo llevaba puesta la medalla y llevaba en sus brazos las cinco Imágenes de la Divina Misericordia durante la Audiencia Papal, en el Vaticano, para que se las bendijera. Al pie de las escaleras de San Pedro, el Santo Padre, Juan Pablo II, pasó junto a él. Ugo le pidió que le bendijera los cuadros de la Imagen de la Divina Misericordia. Después de bendecirlos el Papa le preguntó que cómo se encontraba. Ugo le dijo que se sentía muy desanimado y que estaba sufriendo una profunda crisis. El Santo Padre le dijo: “¿Cómo puedes sufrir una profunda crisis con el cuadro de Jesús, Divina Misericordia, en tus manos? Confíate a Él y ruega a mi hermana Faustina para que interceda ante ÉL”. (Hay una fotografía que recuerda este momento).

Con este consejo del Papa, Ugo cambió su modo de pensar y decidió que debía volver de nuevo a la Capilla de la Divina Misericordia, en Trento.

En el altar lateral de la Residencia O’Sanctissima, Villazano, de Trento, hay una Capilla dedicada a la Divina Misericordia con un icono de tamaño natural con la Divina Imagen. Al cuarto día de retiro y oración delante de este icono, Ugo vio, de repente, que los brazos de la imagen se dirigían hacia Él y un tremendo calor se difundió por todo su cuerpo. Al mismo tiempo, él se encontró de pié con sus brazos también extendidos hacia el Señor y él mismo se oyó alabando a Jesús, Divina Misericordia. Vio que Jesús bajaba hacia él, con el vestido blanco moviéndose como en suave brisa, y pensó: “Dios mío, este es el hombre de Galilea que viene hacia mí”. Y oyó a Jesús que con voz clara le decía: “Levántate y anda”. Y comenzó a andar. Todas sus dolencias desaparecieron en aquel mismo instante y se encontró físicamente como jamás se había encontrado en su vida.

El día 10 de Agosto de 1990, Ugo volvió al Vaticano y durante la Audiencia Papal celebrada en el Salón de Pablo VI, volvió a hablar con el Papa Juan Pablo II, de nuevo, (hay testimonio fotográfico de este acontecimiento) contándole la gracia tan grande que había recibido del Señor y agradeciéndole las palabras de inspiración que le llevaron a cambiar de actitud y volver a Trento, donde se produjo el milagro ante el icono de la Imagen de la Divina Misericordia.

Ugo regaló al Papa un cuadro de la Imagen de la Divina Misericordia, con las firmas, en el dorso, de las muchas personas que habían sido testigos del milagro de aquel día.

Hoy, Ugo Festa dedica su vida a Jesús, trabajando voluntariamente en un Hospital y difundiendo el Mensaje de la Divina Misericordia por toda Italia.

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