El sonido de la campana “invita a la oración, a acordarse de Dios”
El Cardenal bendijo el pasado domingo una nueva campana y una imagen en mármol de la Virgen en la parroquia de Virgen Madre. Comenzó su homilía señalando la importancia del signo de la campana, a través del cual, “con el sonido bello y solemne se llama la oración, se invita a la oración, a acordarse de Dios”.
Continuó explicando el procedimiento del repique de campanas, recordando que “la campana suena a las doce para recordar la hora del Ángelus y suena al atardecer de nuevo para que nos acordemos de nuestros difuntos”. También suena “los días de fiesta: todos los domingos invita a venir a Misa como un júbilo prodigioso”. Y, finalmente, suena “en la Pascua del Señor, en las grandes fiestas de la vida de la Iglesia, de la comunidad parroquial, de la ciudad”. La campana “es un instrumento para que la conciencia de una comunidad, en medio de una gran ciudad como esta, recuerde que los más importante es reconocer a Dios, profesar la fe en Dios y vivir de esa fe en Dios”.
Por otro lado, el Cardenal destacó a los fieles presentes “la importancia de la buena liturgia” y la urgencia de “recobrar el sentimiento de adoración”. “Los niños, continuó, siempre han entendido muy bien la presencia de Jesús en la Eucaristía. Yo creo que mejor que nadie. Quizá porque, como no tienen el corazón tan complicado como los mayores, tampoco tienen grandes problemas para saber que el Hijo de Dios pueda estar en ese recinto tan mínimo que es el Sagrario, o pueda estar bajo las formas de Pan y de Vino sabiendo que allí está Él”. “En la Iglesia de hoy necesitamos recuperar la primacía de Dios”, recomendó.
Finalmente, resaltó que la bendición de la campana recuerda a la parroquia que lo importante en la vida “es conocer y reconocer a Dios a través de Cristo, con Cristo y en Cristo. Y tratar de llevar la vida en cada Cuaresma como una conversión a Dios, un dejar uno de mirarse a sí mismo y dirigir los ojos y la mirada a Dios”. “Que la campana suene en esta Iglesia con el ritmo, la fuerza, el impulso y la invitación a enhebrar el día, el trabajo, la vida de la familia, los dolores y las experiencias de cada uno de nosotros, las personales y las vividas en común, en torno al recuerdo del Señor, a la oración y a la plegaria”, concluyó.
Madrid. Infomadrid, 19-02-2008.-