Conversos: Sigrid Undset
Una escritora indispensable, de nuevo publicada en España
Sigrid Undset: un incansable amor por la vida.
Para muchos es la mejor novelista de nuestro siglo; sin embargo, las nuevas generaciones de españoles desconocen no sólo su obra, sino incluso su nombre. Ahora ve la luz una nueva edición de su obra más importante, Cristina, hija de Lavrans (Ediciones Encuentro). Ofrecemos una breve introducción a su vida y a su obra para invitar a su lectura Todas las heroínas de Sigrid Undset saben que, para una mujer, su vida será una lucha constante entre la corona de la radiante joven novia y la cruz de la mujer que ha aceptado sus responsabilidades ante los hombres y ante Dios. Este apunte, del crítico francés Régis Boyer, puede servirnos para orientarnos a través de la obra de esta hoy casi desconocida autora que, junto a un puñado de sobresalientes escritores, dominó el mundo literario de entreguerras y vio sus obras traducidas a los principales idiomas del mundo.
También en España resonó el eco de la gran noruega de este siglo. Se llegaron a publicar en español sus monumentales obras Cristina, hija de Lavrans, y Olav Audunsson, así como su biografía de santa Catalina de Sena. Pero desde hace más de cuarenta años, Sigrid Undset ha quedado fuera del panorama editorial español y, prácticamente, sólo los eruditos saben de su existencia.¿Quién es?Sigrid nació en 1882 en Kalundborg, de donde era oriunda su madre, Charlotte. Su padre, Ingvald Undset, era un arqueólogo de fama mundial. Sigrid creció en Kristiania. Sus primeros años estuvieron muy influenciados por la grave enfermedad de su padre, pero también por su vasto conocimiento histórico. A edad muy temprana, Sigrid aprendió los secretos de la arqueología y los misterios de las sagas noruegas y las canciones populares escandinavas, indica su biógrafo Gidske Anderson.Su padre murió a los cuarenta años, cuando ella tenía once. La situación económica de la familia era precaria y Sigrid tuvo que abandonar sus expectativas de acceder a la Universidad. A los dieciséis años consiguió un trabajo como secretaria. Continuó en ese trabajo durante diez años. Por las noches y en los fines de semana leía y aprovechaba para escribir. A los 24 años escribió la que fue su primera obra publicada, Fru Marta Aulie. Tras la publicación de su tercer libro, Sigrid abandonó su trabajo en la oficina. Obtuvo una beca para viajar por Europa. Llegó a Roma en diciembre de 1909, y allí conoció a Anders Castus Svarstad, pintor noruego con quien se casó en 1912. En Roma nació su primogénito, Anders, en enero de 1913. Tuvieron dos hijos más y Sigrid cuidó de ellos, y también de los tres hijos que su marido había tenido en un matrimonio anterior. Pese al trabajo que esto suponía, siguió escribiendo por las noches, robando tiempo al sueño.
En 1919 el matrimonio se separó y Sigrid se estableció con sus hijos en Lillehammer. Durante esos difíciles años ella experimentó una crisis, casi imperceptible al inicio, luego progresivamente fuerte. La crisis la condujo, de un claro escepticismo agnóstico, hacia el cristianismo. Ella había crecido en un hogar tolerante, y era una libre pensadora escéptica, aunque sin la fe ciega, propia de su tiempo, en la ciencia y en el materialismo, explica Anderson. Su acercamiento a la fe no la llevó a la Iglesia luterana, en la que había sido bautizada. Fue admitida en la Iglesia católica en noviembre de 1924, a los 42 años, cuando se hallaba inmersa en la finalización de su más grande obra, Cristina, hija de Lavrans. Prácticamente no había católicos en Noruega, un país casi obsesivamente protestante. Su conversión le granjeó la enemistad del mundo luterano tanto como del Libre pensamiento; para ambos el papismo era resumen de todos los males.
Su disputada conversión al catolicismo la abrió a la influencia europea. Los puntos de vista de ingleses como J.H. Newman, H. Belloc y C. Dawson tuvieron gran importancia para ella. En los vigorosos escritos apologéticos de Chesterton descubrió muchas de las inspiraciones que usó en su propia crítica cultural y en la comprensión de su tiempo, apunta el dominico Hallvard Rieber-Mohn.
En 1928 obtuvo el premio Nobel de Literatura (era la ganadora más joven desde Rudyard Kipling).
Alfa y Omega