Entrevista a Vittorio Messori
Entrevista en relación con la publicación de su libro “Hipótesis sobre María”
¿Quién es María? ¿Cómo explicar el misterio de una mujer que es elegida por el Creador para dar cuerpo y sangre a Jesús?
María no es sino una humilde mujer de una humilde aldea (ningún texto pre-cristiano habla de Nazaret, de forma que alguno ha intentado demostrar que no existía un lugar con tal nombre). María, para la sabiduría del mundo, no es nada. Para la perspectiva de la fe es un abismo de misterio: es persona humana como nosotros y a la vez es instrumento indispensable para el mayor acontecimiento y con diferencia: la encarnación de Dios mismo. En el Cielo, desde la perspectiva católica, hay actualmente dos cuerpos como los nuestros, glorificados para la eternidad: el de Jesús y el de su Madre. Anticipan lo que también seremos nosotros.
¿Por qué este libro? ¿Cuáles son los objetivos y el sentido de la investigación?
Cuando en 1976 publiqué mi primer libro, «Hipótesis sobre Jesús», muchos lectores me pidieron que me pusiera al trabajo con las «Hipótesis sobre María». El asunto, entonces, me parecía extraño, inaceptable. El hecho es que a Jesús se le encuentra en las calles, la Madre está en casa, en la discreción: se la conoce y se la ama cuando se alcanza bastante intimidad con el Hijo para entrar donde Él habita.
Dos, en cualquier caso, son los desafíos que he intentado afrontar en estas más de 500 páginas: ante todo mostrar que es posible ser devotos marianos convencidos sin caer en una cierta retórica, en un cierto «devocionismo». Mostrar, además, que dar lugar a la Virgen no es el hobby de creyentes sentimentales o ignorantes, sino una exigencia irrenunciable para todo creyente. Todo lo que la Iglesia ha dicho y dice sobre la Madre está, en realidad, al servicio de Cristo, en defensa de su humanidad y a la vez divinidad. La «mariología» es, en realidad, «cristología»; sus dogmas no son sino confirmación y baluarte de los de su Hijo. Allí donde María ha sido olvidada, antes o después se ha desvanecido también Cristo.
Innumerables son los temas y las historias narradas en el libro. Particularmente significativa la de la elección de la bandera europea, plataforma de símbolos marianos. ¿Podría contárnosla brevemente?
Claro. Por alguna ironía divina, esa Europa que no ha querido reconocer sus raíces cristianas ha adoptado (¡sin darse ni cuenta!) una bandera en la que destacan, en un fondo azul mariano, las doce estrellas que en el Apocalipsis coronan a la Mujer en quien la fe ve a María. El proyecto del estandarte europeo fue realizado por un devoto que se inspiró en el diseño de la Medalla Milagrosa que en París, en 1830, la Virgen pidió acuñar a santa Catherine Laboure. En fin, la agnóstica, frecuentemente masona o en cualquier caso no cristiana y menos que nunca católica «nomenklatura» europea fue de alguna forma «burlada» por un extraordinario proyecto celeste: y cuando se dieron cuenta, era demasiado tarde para remediarlo…
Ante las oleadas de secularización de las últimas tres décadas, la devoción mariana ha conservado muchísimas comunidades católicas; éstas, rezando el Rosario, han mantenido fe y tradición. No obstante también en algunos ámbitos católicos se contempla con suficiencia la devoción mariana, considerada antimoderna y demasiado tradicional. ¿Qué opina al respecto?
En estas «Hipótesis sobre María» me ocupo mucho de apariciones, aún limitándome a las reconocidas por la Iglesia. En las apariciones la Virgen continúa su vocación de madre que corre junto a los hijos en los momentos difíciles: desde el inicio de la modernidad es la fe misma la que está amenazada, la grey de los creyentes parece en peligro de dispersarse. Las apariciones son una llamada, una sacudida, una confirmación, un afianzamiento. Acudo cuando puedo como peregrino, además de como estudioso, a los santuarios marianos europeos: allí encuentro a las multitudes que ya no acuden a sus parroquias, pero que son atraídas por aquellos lugares donde la presencia materna se ha manifestado. En Occidente el incremento de las peregrinaciones ha sido el único índice de signo positivo en una Iglesia donde todo disminuía, desde la participación en los sacramentos hasta las vocaciones. La devoción mariana es actualmente tal vez el mayor recurso pastoral: y no sé qué pensar de ciertos «clérigos intelectuales» que rechazan o hasta desprecian esta extraordinaria posibilidad. Pero, por fortuna, la persona normal no lee a los teólogos «adultos» y «críticos», sino que sigue quedando fascinada ante la posibilidad de que en un santuario una Madre misericordiosa le espera.
Históricamente la expansión de los cristianos se explica también gracias a una elevada concepción de la mujer respecto al mundo pagano. ¿Hasta qué punto la figura de María explica la concepción cristiana de la mujer? ¿Qué podría decir hoy María al movimiento por la emancipación de la mujer?
Hace veinte años, tras unos días de coloquio con el prefecto del ex Santo Oficio, el cardenal Joseph Ratzinger, publicaba «Informe sobre la fe». El futuro Benedicto XVI me decía que a la crisis de la mujer, frecuentemente tan dolorosa para ella, los cristianos debían oponer un antídoto: María. En esa misma persona conviven las dos grandes vocaciones femeninas: la virginidad y la maternidad. Si es bien entendido, el culto mariano no sólo no es obstáculo, sino una ayuda preciosa para que las mujeres reencuentren un camino que valore verdaderamente el misterio de la feminidad.
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