Blog

Sectas: Los Adventistas del Séptimo Día

iglesia-adventista.jpgInicios

Nació en el siglo XIX, en los Estados Unidos. La época de William Miller, su primer fundador, y después la de Ellen White, con sus importantes escritos y su impulso decisivo para el movimiento fue una época de profetismo intenso. Miller nació en una familia bautista, pero perdió la fe en su juventud. Al recuperarla, y ser admitido de nuevo en su iglesia, se dedicó al estudio de las Sagradas Escrituras.

Preocupado por el advenimiento del Señor creyó poder llegar a determinar su fecha con algunas cifras que aparecen en el libro de Daniel y él consideró que hacían referencia a la venida de Cristo.

Sus cálculos le llevaron a fijar ésta para 1843. Así lo profetizó en sus predicaciones y en su libro: “Pruebas evidentes por la Escritura y por la Historia de la segunda venida de Cristo hacia 1843”. Poco feliz en sus predicciones, ni en ese año, ni transferida la fecha por su discípulo Snow al 22 de octubre de 1844, se cumplió su profecía. Ante el fracaso, sus seguidores trataron de buscar una explicación, una fórmula que descifrase su incumplimiento.

Tras aceptar que el advenimiento estaba muy próximo, sin fijar fecha, hallaron quien les elaborase no sólo una explicación sino toda una doctrina religiosa: la conocida hoy por Adventismo del séptimo día. Fue esto obra de una mujer de cualidades verdaderamente extraordinarias: Hellen Gould White.

White fue una mujer de una vida muy larga y activa. Nacida en 1827 y afiliada al principio al Metodismo, siguió más tarde las doctrinas de Miller, y por su matrimonio con un predicador adventista se convirtió en una ferviente propagandista de estas ideas. Viajó incesantemente por América, Europa y Australia y escribió infatigablemente.

Dotada de un poderoso don de organización, las doctrinas y la expansión del Adventismo a ella lo deben todo. Falleció en 1916. Nos interesa de ella especialmente su carácter hipersensible de visionaria y profetisa, en el que seguramente influyó el ambiente de aquel momento en Norteamérica.

Era una época en que abundaban los “profetas”. En 1844 muere J. Smith, el fundador de los Mormones, quien con sus visiones y predicaciones consiguió arrastrar, en un portentoso éxodo, a miles de seguidores a través de toda Norteamérica, de este a oeste, hasta fundar un Estado teocrático a orillas del Lago Salado.

Esta época ve surgir también a Mary Baker Eddy, la “profetisa” fundadora de la Ciencia Cristiana. Otras muchas sectas proféticas y escatológicas pululaban en una atmósfera de fervor entusiasta y esperaban la próxima llegada del Señor.

Se daban misiones, a veces, en lugares casi desiertos, a las que acudían las gentes desde muy lejos, acampando alrededor del predicador y en un ambiente de lucha de unas y otras por ver cuáles presentaban más prodigios y se llevaban tras sí más convertidos, que pasaban de una confusión a otra con pasmosa facilidad y manifestaciones cada vez más exaltadas.

En este ambiente eran frecuentes las supuestas revelaciones. En H.G. White influyó no solamente esto, sino también un grave golpe sufrido en su niñez, que pudo ser origen de desequilibrios mentales.

Escritores protestantes como Canright, que la conoció durante más de veinte años, afirma que sus visiones eran efecto de una enfermedad nerviosa, y G. W. Ridault dice que era una fanática autoengañada, cuyas doctrinas hacen a sus lectores pusilánimes y tristes, produciéndoles dudas; y ella decía de sí misma que temía ser infiel.

Enumera este autor hasta treinta y ocho las veces que ella dice en sus obras que tuvo el don de la inspiración. En efecto, desde las primeras páginas de “El conflicto de los siglos”, pasando por “Las joyas de los testimonios” y “El camino a Cristo”, entre sus obras más extensas, hasta el más reducido de sus artículos, es frecuentísimo, encontrar estas frases: “Mediante la iluminación del Espíritu Santo me fueron reveladas…” “El Señor me ha dicho…” “El Señor quiere…”

Esta mujer trató de resolver los problemas que habían suscitado los cálculos de Miller y la identificación del Santuario, del que se habla en el pasaje de Daniel, que interpretó aquél. Haciendo una arbitraria exégesis de un texto, de indudable sentido metafórico, del autor de la Carta a los Hebreos, en el que menciona el Santuario del cielo, allí lo localizó la señora White.

La idea de la entrada de Cristo el 22 de octubre de 1844 en el Santuario celestial para purificarlo es de lo más fantástico que ha podido urdirse y manifiesta bien la imaginación de novelista de la hermana White, quien para reforzar sus argumentos indicó que todo ello lo había conocido a través de una visión que le había sido otorgada.

Sus discípulos le dieron el título de “Espíritu de profecía”, con el que se la conoce, y se cita corrientemente entre los suyos, y el Adventismo, con una serie de doctrinas a ésta encadenadas, quedó constituido en una nueva religión.

El Antiguo Pacto

Los adventistas creen que las prohibiciones sobre la comida en la Antigua Alianza siguen como ley de Dios hoy día, por eso prohíben comer carne de cerdo, mariscos y sangre, observan el sábado y promueven el diezmo.

No son consistentes en su obediencia a las leyes del Antiguo Testamento. Por ejemplo, no practican la Pascua que era una ley de igual importancia que la del Sábado. La Iglesia Adventista del Séptimo Día es una de las pocas iglesias y grupos sectarios que practican un tipo de lavatorio de los pies. Los adventistas creen que el Arcángel Miguel era Jesús en forma de ángel.

Ellos -al contrario de los testigos de Jehová- creen que Jesús es Dios, que forma parte de la Trinidad. La revista mensual en español de la iglesia Adventista se llama Enfoque de los Tiempos. Como en el caso de otras grupos sectarios, tenemos que debilitar la confianza en su religión para que los adeptos puedan regresar a la Biblia con más objetividad.

Esto se consigue mostrándoles algunas razones importantes para no confiar en Elena de White. Más adelante encontraremos ejemplos de algunas cosas que ponen en duda sus pretensiones de ser profeta de Dios.

Elena de White

Según la enseñanza oficial de los Adventistas del Séptimo Día que se publica en la revista oficial The Adventist Review, Elena de White es la clave para el entendimiento correcto de la Biblia, ya que ella es la intérprete infalible de la Biblia y la corte final de apelación para la gente de Dios.

Elena de White hizo profecías que se han cumplido y otras que están esperando su cumplimiento: “el Señor le dio consejos sobre la salud, la educación, la vida familiar, la dieta, la medicina, y la evangelización…” (p. 226).

Su papel principal era guiar el entendimiento de la Biblia y confirmar las conclusiones que se derivan del estudio bíblico (p. 227). La Asociación (Conferencia) General, sede mundial de los adventistas en Washington, D.C., señala que se debe examinar y comprobar todas sus palabras para verificar si era o no profetisa de Dios (p. 228).

Los editores, bajo la dirección oficial, hablan de los cinco tomos mencionados: Dicen del tomo IV que es un libro inspirado (White, IV, 6). Sobre el primer tomo dicen que la obra arroja luz. En el tomo V ellos llaman a Elena de White una profeta. Por lo menos que sepa este autor, el adventismo no ha ido en contra de alguna enseñanza de Elena.

Doctrina

1. Actualmente ya ha empezado el juicio en el Santuario celestial, revisándose la vida de cada uno. Terminado éste, Cristo vendrá a la tierra, habiendo comenzado ya las señales precursoras que El anunció en el Evangelio respecto a su venida. Con ella comenzará el milenio.

2. En él resucitará Cristo a los justos, llevándolos con El al cielo por mil años. El demonio quedará atado a la tierra, vacía por este tiempo.

3. Pasado el milenio Satanás será soltado, resucitarán los malvados; bajarán del cielo Cristo, los justos y la ciudad celestial de Jerusalén. Tendrá lugar la batalla final de Satanás y los malvados contra ella. Uno y otros serán aniquilados, y la tierra, purificada por el fuego, volverá a ser un paraíso, reino eterno de Dios con los suyos.

4. El alma humana, que de por sí no es inmortal, queda en la inconsciencia en el sepulcro con la muerte. En la resurrección, la inmortalidad será un premio concedido a los justos y negado a los malvados, cuyas almas serán aniquiladas. No existe, pues, el infierno.

5. Los adventistas deben observar el sábado como día festivo, en lugar del domingo. La imposición de esta práctica debe mucho a otra supuesta visión de la hermana Elena.

6. Deberán observar y predicar la paz en todas partes. Son exaltados pacifistas.

7. Habrán de seguir un régimen de vida vegetariano naturista no sólo en la alimentación, sino también en la aplicación de remedios medicinales.

8. Observarán rígidas prohibiciones sobre el alcohol. café, té, tabaco, etc. Es lamentable que una doctrina básicamente cristiana, pues tienen a Cristo por Dios y Salvador, al que parece profesar un amor tan profundo y que practica muchas virtudes, pueda llegar a caer en tan profundos y peligrosos errores y en tal grado de desvalorización “por apartar sus oídos de la verdad para volverlos, a las fábulas” (2 Tim 4, 4) de imaginarios milenios, visiones y profecías.

Las prácticas adventistas

Con el adventismo nos encontramos frente a una doctrina sistematizada, propagada con medios eficientes y económicamente abundantes, practicada dentro de una perfecta organización, con una disciplina severa, profesada por más de un millón de adeptos, con una tendencia marcada al crecimiento en número. Interesa, por lo tanto, después de conocidas sus doctrinas, ya expuestas, fijarnos en el modo de practicarlas.

Por consiguiente, referirnos a su organización, culto, prácticas de vida, propaganda, peligros que encierran estas ideas para el católico vulgar y posibles motivos de expansión de las mismas. La secta es congregacionalista; por lo tanto, cada comunidad constituye una iglesia independiente, unida a las otras en el plano de cada nación por la Conferencia Nacional y en orden mundial, por la Conferencia General.

Divide el mundo para su actuación sobre él en doscientos ochenta y dos distritos. Los ministros de estas iglesias son los pastores y los ancianos (presbíteros), sin que estos cargos tengan carácter sacerdotal, ya que carecen del Sacramento del Orden. Son cargos conferidos por sus propias asambleas a aquellos que tienen más categoría o antigüedad en sus iglesias (presbíteros, en el sentido de ancianos) o cierta preparación y estudios religiosos (pastores).

La disciplina de la secta es muy severa. Cualquier contravención en las prácticas de vida señaladas por la misma pueden dar ocasión a la expulsión de ella. El valor que dan a las profecías de su fundadora y a las decisiones de la Conferencia General, para ellos “la más alta autoridad de Dios sobre la tierra”, están refrendadas por una infalibilidad tan absoluta, que ello les somete a una dependencia incomparablemente mayor de la que pueda tener un católico respecto de Roma.

Para el ingreso en el Adventismo es absolutamente preciso contestar afirmativamente a este pregunta: “¿aceptáis el espíritu de profecía tal y como se ha manifestado en el seno de la Iglesia final por el misterio y los escritos de la señora White?” (Manual de la iglesia, artículo 18). El culto se celebra los sábados. Cantos, lectura de la Biblia, comentarios sobre ella, lavatorio de los pies, pública reconciliación y la Cena.

Esta, en realidad, no es un sacramento, como tampoco lo es el Bautismo. Son éstos los dos únicos símbolos sacramentales que conservan. La primera se celebra con pan y zumo de uva sin fermentar, simbolizando ellos el cuerpo y sangre del Señor, en memoria de su muerte, y representando su presencia constante, si bien puramente espiritual, en el alma del creyente.

El Bautismo, sólo para adultos y por triple inmersión, simboliza la muerte al pecado del hombre viejo y la resurrección del nuevo, así como la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. La escuela sabática, en secciones para niños y adultos, y dentro de éstas, divididas en grados, tiene programas muy bien planeados desde el punto de vista didáctico.

El pago del diezmo es obligatorio, aparte de otras colectas celebradas con ocasión de sus reuniones o cultos. Todos los adventistas son por esencia misioneros de su doctrina, porque esperando la próxima venida del Señor y dependiendo ésta de que la predicación de este mensaje se haya extendido por el mundo entero, es natural que den el lugar preponderante de su actividad a esta propaganda.

Tienen misiones en trescientos ochenta y cinco países de setecientas catorce lenguas y dialectos, millares de escuelas y un espíritu misional intenso en el seno de sus iglesias merced a las organizaciones de juventudes misioneras voluntarias (J.M.V.) y el movimiento “Comparte tu fe” (C.T.F.).

No obstante, se observa en toda la vida religiosa de la secta una gran falta de espiritualidad, por tener cortadas todas las fuentes principales de ella; los sacramentos, principalmente la Eucaristía, la falta de devoción a María, el concepto del alma, etc. Por eso, sus escritos sobre temas religiosos o espirituales tienen un campo muy reducido.

En general, su moral es austera y fundada en el principio ortodoxo de que el cuerpo humano es templo del Espíritu Santo. Pero, como exaltados y fanáticos, parecen querer demostrar que esa doctrina la han descubierto ellos, y atacan al catolicismo la creencia de no dar ninguna importancia al cuerpo, en el plan divino de la salvación, por dársela toda al alma.

Con esta doctrina, “reinventada” por ellos, no sólo sostienen que hay que usar moderadamente de los alimentos para luchar con éxito contra la carne, lo cual constituye una verdad irrefutable y una doctrina de la más sana espiritualidad, sino que, exagerando y desorbitando los hechos, llegan a prohibir el consumo de muchos de aquéllos y de varias bebidas, tratando de fundar todo esto en la Escritura.

Parece que en ellos las virtudes se han vuelto locas, como observaba Chesterton al hablar de las virtudes separadas de su verdadero tronco católico, y al sentirse aisladas y vagar con desorden causan no pocos estragos.

Pretenden fundamentar la abstención del alcohol, así como la del tabaco, en la Biblia, porque “nada impuro entrará en el cielo” (Ap 21, 27). Llegan en sus exageraciones a pretender que en la Escritura vino y zumo de uva son la misma cosa, y que el Señor, en su última Cena, empleó ciertamente este último y no precisamente vino; y en su manía antialcohólica la señora White llega a decir que por medio del vino Satanás urde trampas no sólo en todos los asuntos de la vida, sino que hace llegar éstas hasta el altar.

La prohibición de comer carne parece tener también pretendido fundamento bíblico -quizá Gen 1, 29-; pero, sea cual fuere el texto en que pretendieran apoyarlo, lo cierto es que siempre estaría en contradicción con Rom 14, 14; Col 2, 16-20; 1 Tim 4, 2-5; Lc 7, 34; Hch 10, 15, y Mc 7, 18, los cuales claramente se refieren a toda cesación de impureza legal de los alimentos.

Pero, en realidad, el régimen vegetariano, así como el empleo de los remedios de la medicina fisiátrica, son debidos a una supuesta revelación de H. G. White. En 1864, estando gravemente enfermo su marido, tuvo esta inspiración divina, y con ella no sólo impuso el régimen a la secta en su alimentación, sino que fundó la obra médica sobre principios semejantes.

En efecto, en 1884 fundó el “Instituto del Oeste para la reforma de la salud”, destinado a formar los cuadros de los médicos evangelistas misioneros, y fue el comienzo de la obra médica adventista, que existe actualmente: 150 hospitales y clínicas y varios millares de médicos, enfermeros y empleados sanitarios.

Aunque en estas instituciones estén proscritos la mayoría de los remedios clásicos en medicina, no dejan de ser una importante realización adventista y, sobre todo, un maravilloso medio de propaganda de sus ideas.

Propaganda

Fanáticos misioneros, su propaganda es insistente, de puerta en puerta ofreciendo publicaciones sobre temas que atraigan la curiosidad del lector. Muy intensa también tanto por medio de la prensa como de la radio. Los colportores -vendedores de la literatura adventista- son astutos propagandistas y tanto les admiraba la fundadora, que les llamaba “misioneros que se consagran a Dios para dar el último mensaje de amonestación al mundo”.

La propaganda impresa es enorme y hábil. Tienen imprentas y editoriales en todos los países del mundo, tirando millones de ejemplares de sus publicaciones en todas las lenguas. En países donde no gozan de libertad de propaganda funcionan sus editoriales encubiertamente, publicando obras y revistas en las que, sin defender claramente las doctrinas principales de la secta, tratan de obras que practican, tales como vegetarianismo, antialcoholismo, pacifismo, etc., desde un punto de vista que pretende ser científico o moral.

La propaganda radial ha adquirido últimamente grandes vuelos. En Norteamérica son muchos cientos de emisoras las que transmiten varias charlas semanales para un número incontable de oyentes, y cursos por correspondencia por medio de la emisión “La Voz de la Profecía”. Algo parecido en América del Sur con “La Voz de la Esperanza”, en nuestro idioma, y en Europa por medio de Radio Luxemburgo, Montecarlo, etc.

Conclusión

Con la Iglesia Adventista del Séptimo Día, no estamos frente a una secta hirviente en su “despertar”, sino ante una Iglesia estalecida, bien organizada, sólidamente asentada sobre finanzas abundantes y prudentemente administradas. El espíritu de profecía parece haber cedido paulatinamente el paso a una severa enseñanza dogmática, enseñanza duplicada por las prácticas estrictas. Su progreso, sobre todo en los países de misión, y un poco en todas partes, es bastante notable.

Al margen de una auténtica grandeza cristiana, la Iglesia adventista insite repetidamente en imponer doctrinas sumamente opinables en las que ella basa desgraciadamente su originalidad. Es posible que el gran defecto adventista sea el haber querido renovar el cristianismo con elementos tomados del Antiguo Testamento.

Tan opuesta a las confesiones reformadas como al catolicismo, la Iglesia adventista rechaza participar en el movimiento ecuménico, no parece creer en un milagro del Espíritu Santo para reunir a todos los cristianos desunidos y solamente ve en estas tentativas de un pragmatismo burdo, sin otra finalidad que constituir un frente común contra el comunismo.

Más seriamente “bíblica” que la mayoría de las demás sectas importantes, su interpretación de las profecías está viciada, desgraciadamente por una fantasía que acabará apareciendo patente a los ojos de sus miembros más importantes, cuando su ciencia bíblica reciba más luces. Al menos nos invita a una profundización en la Escritura por parte del pueblo cristiano, no para descubrir argumentos con vistas a una refutación inútil, sino para un mayor conocimiento de la auténtica Palabra de Dios.

ACI Prensa