La Iglesia reconoce el cambio climático, pero rechaza catastrofismos
El pasado 27 de abril, en la clausura del seminario internacional sobre «Cambio climático y desarrollo», el cardenal Renato R. Martino expresó su propia satisfacción por el vivo e intenso debate desarrollado, y aún admitiendo la realidad del cambio climático, criticó ciertas «formas de idolatría de la naturaleza que pierden de vista al hombre».
«La naturaleza es para el hombre y el hombre es para Dios», subrayó el presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz al presentar las conclusiones de este encuentro que reunió en el Vaticano a 80 estudiosos y expertos de veinte países de los cinco continentes.
«También en la consideración de los problemas relativos al cambio climático –explicó el purpurado– habrá que recurrir a la Doctrina Social de la Iglesia», que «no avala ni la absolutización de la naturaleza, ni su reducción a mero instrumento».
Según el cardenal Martino, «la naturaleza no es un absoluto sino una riqueza depositada en las manos responsables y prudentes del hombre» y esto significa también que «el hombre tiene una indiscutida superioridad sobre la creación y, en virtud de ser persona dotada de un alma, no puede ser equiparado a los demás seres vivos, ni mucho menos considerado elemento de perturbación del equilibrio ecológico naturalista».
Ahora bien, en este contexto, «el hombre no tiene un derecho absoluto sobre ella, aunque sí un mandato de conservación y desarrollo en una lógica de destino universal de los bienes de la tierra, que es uno de los principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia, principio que hay que compaginar sobre todo con la opción preferencial por los pobres y por el desarrollo de los países pobres».
En la consideración de los problemas relativos al cambio climático, el presidente del dicasterio vaticano, reveló que «la Doctrina Social de la Iglesia debe afrontar muchas formas de idolatría de la naturaleza actuales que pierden de vista al hombre».
«Semejantes ecologismos –precisó el purpurado– surgen a menudo en el debate sobre los problemas demográficos y sobre la relación entre población, medio ambiente y desarrollo».
El cardenal Martino relató que, en la Conferencia internacional de El Cairo sobre Población y Desarrollo en 1994, en la que tomó parte como jefe de delegación, «la Santa Sede tuvo que oponerse, junto a muchos países del tercer mundo, a la idea según la cual el aumento de población en los próximos decenios llevaría al colapso de los equilibrios naturales del planeta e impediría su desarrollo».
«Estas tesis han sido ya impugnadas y, por fortuna, están en regresión», afirmó el presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz. «Al mismo tiempo –añadió–, los mismos que proponían esta visión, sostenían como medio para impedir el supuesto desastre ambiental, instrumentos nada naturales, como el recurso al aborto y a la esterilización en masa en los países pobres con alta natalidad».
«La Iglesia propone una visión realista –sostuvo el cardenal Martino–. Tiene confianza en el hombre y en su capacidad siempre nueva de buscar soluciones a los problemas que la historia le presenta. Capacidad que le permite oponerse a menudo a las recurrentes, infaustas e improbables previsiones catastrofistas».
En la parte final de las conclusiones, el purpurado recordó que «según la concepción de ecología humana desarrollada por el Papa Juan Pablo II, la ecológica no es sólo una emergencia natural sino que es una emergencia antropológica, en la que tiene un papel decisivo la relación del hombre consigo mismo y sobre todo con Dios».
«El error antropológico es por tanto un error teológico», subrayó el cardenal Martino y añadió: «cuando el hombre quiere ponerse en el lugar de Dios, se pierde de vista también a sí mismo y su responsabilidad de gobierno de la naturaleza».
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